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—Gracias por acompañarme a hacer las compras, Maggie.

—No te preocupes, me gusta salir a comprar luces para el arbolito.—Dije con sarcasmo.

—No entiendo porque no te gusta la navidad si es la mejor época del año.—Dijo Michelle entusiasma mientras tocaba los adornos navideños.

—No creo que sea la mejor, lo bueno que sucede en el año, es porque tú tomas decisiones para que así sea.

Ella volteó los ojos.— Vas a quedar bizca de tanto voltear los ojos.

Seguimos caminando por el pasillo viendo y tocando algunos adornos navideños.— ¿De qué color crees que debería adornar?.

Me encogí de hombros.—No se, Octavio no te ha dicho de que color le gustaría.

Ella me miró algo triste y luego siguió viendo los adornos.—¿Pasa algo?.— pregunte.

—Octavio no comparte esto conmigo… me siento sola en la casa, no me avisa nada, no me cuenta nada… no se que le sucede.

—La relaciones en parejas no son fáciles.—Coloque mi mano en su hombro.

—Maggie, pero lo intentó, lo estoy intentado porque quiero que esto mejore.

No sabía que decir, Michelle y Octavio comenzaron su relación hace un año y hace 5 meses decidieron ir a vivir juntos, al principio todo iba bien pero luego comenzaron a tener problemas.

—Yo lo amo, Maggie.

—Él te ama a ti, Michelle.

Seguimos caminando.—Mira la estrella para el arbolito.

Nos acercamos a ver la estrella más grande que estaba en el mostrador. Es de un color dorado, con mucha escarcha y brillo.

—Es  perfecta.—Cantarruquio Michelle.

—Es bonita.

Ella giro el cuello como el exorcista.— Es más que bonita.— reprocho.

—Iré a ver las luces.

Comencé a caminar por los diferentes pasillos observando todas las luces, los adornos, son hermosas todas estas decoraciones. La Navidad es la época favorita de muchas personas, pero no la mía. Quizás porque nunca he recibido mi regalo navideño.

Me detengo en un pasillo que está lleno de adornos para los arbolitos, y comienzo a detallarlos. Hay estrellas, renos, flores, esferas.

—Me puedes pasar esa Estrella por favor.

Esa voz.

Esa voz.

La Conozco bien.

He soñado con esa voz.

Traje saliva, y sin voltear a ver a la persona le extendí la estrella de adorno y, con un simple roces de mano ya me encuentro en un estado de nerviosismo.

En un intento de esquivarlo me tropecé y mi mayor error fue sujetarme de la mesa. La mayoría de los adornos salieron volando por el pasillo y caí al suelo.

—Mierda.— Murmure.

—¿Estás bien?.— Preguntó.

La persona se agachó delante de mi para verificar si estoy bien.

Con muchos nervios respondí sin mirarlo.— Si gracias, lo estoy.

—Ven, déjame ayudarte.— Me tomo de las manos y me ayudó a levantarme y allí lo ví.

Un sueño en el autobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora