Capítulo 8: Recuerdos inacabados

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Era una mañana fría pero preciosa. Los rayos del sol entraban por cada una de las ventanas y chocaban contra las preciosas lámparas de colores que tenían en el salón. Un suave y delicioso olor a incienso,un chocolate recién hecho...olía a hogar. Una pequeña niña castaña se sentó en una de las sillas de la cocina y agarró una taza de chocolate. Detrás de esta apareció otra niña y se sentó a su lado. Tenía el pelo más oscuro,pero igual era castaña. Esta no quiso probar el chocolate,le apetecía más un panecillo que había en una bandeja en el medio de la mesa. Cogió un poco de mantequilla y la pringó en el panecillo. La otra niña la miró y empezó a reír.

-Si sigues así engordarás como un cerdo. -Dijo la pequeña.

-Mejor estar hinchada como un cerdo a tener esa cara de lechuza que tu tienes-Contestó la niña del panecillo.

-Yo no tengo cara lechuza,idiota- Dijo la primera niña alzando la voz.


-Callaos,no soporto vuestro parloteo y vuestras agudas voces-


Ambas niñas se giraron para observar a la mujer que hablaba. No era otra que su madre,Lady Tremaine.

Esta distinguida pero despiadada dama era una mujer arrogante y fría que no amaba a nadie. Ni quiso al marido que hacía poco falleció,ni quiere a la hija de este (una pobre niña que ahora es su sirvienta) ni quería a sus propias hijas. No las trataba como niñas,no cuidaba de ellas. Lo único que hacía era regañarlas y maltratarlas verbalmente. Solía decir que 'en qué momento decidió tener hijos',y así siempre.

Para sus pequeñas hijas,Drizella y Anastasia,esta señora solo era alguien que las daba cobijo y que las había traído al mundo,pero nada más. Esta mujer odiaba a los niños,y tenía dos hijas pequeñas..mala combinación.

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Llegó la noche,como de costumbre,Lady Tremaine se puso elegante y se fue 'de caza'. Lo único que ansiaba en la vida era encandilar a viudos,cada uno con mayor fortuna que el anterior,y así. A veces solía hacer 'bromas' sobre su edad y les decía a sus hijas que cuando se hiciera mayor y ya no gustara a los hombres,ellas seguirían 'el negocio'. A ninguna de las dos les atraía la idea,al revés,les aterraba tener que casarse con viejos arrugados y feos como su madre a cambio de una vida acomodada.


-Venga acuéstate Ana.-Dijo la niña del panecillo,que no era otra que Drizella. La mayor de las dos y la niñera de Anastasia.

-No tengo sueño. Jugamos a esconderle las muñecas a Ella? -Dijo la niña mientras sonreía maliciosamente.

-Las muñecas de Ella están en el sótano. No creerías que madre iba a permitir que esa criada juegue. -Contestó Drizella.

-mmm tienes razón. Pues vamos a por ellas,ahora son nuestras. Ella ya no las necesita- Dijo la pequeña de las hermanas.

-No por favor. -Interrumpió Ella- Drizella tu hermana es un desastre y estropea todas las muñecas.A estas las tengo un cariño especial,me las compró mi padre antes de....morir. Por favor coged lo que queráis pero esas muñecas no.-Dijo la jovencita y rubia hermanastra,una muchacha de doce años a la que habían relegado a criada.


-TÚ QUE HACES LEVANTADA,ESO LO PRIMERO. Y SEGUNDO,COMO TE ATREVES A DECIRME ESAS COSAS. ANASTASIA ES UNA SEÑORITA,Y TU SOLO UNA ODIOSA Y MUGRIENTA CRIADA,NI ERES NADIE PARA PEDIRME NADA,CENICIENTA- Dijo la mayor de las dos hermanas alzando la voz y hablando con un desprecio que Anastasia no había visto nunca en ella.

Regios destinos,corazones vacíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora