21. Niñas tristes

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Advertencia: Contenido triste.

Hoy no es un buen día para estar en mi cuerpo. Probablemente no es un buen cuerpo para ninguna vida.

De pequeña, mamá solía decirme que era bonita, que tenía carita de princesa. Cuando crecí, mi cuerpo se hinchó y rasgó. Para mamá seguía siendo bonita, pero yo ya no me sentía bonita.

Hoy no me siento bonita, me siento frustrada.

Regreso a la cama, con las lágrimas al borde de los ojos. Le mando un mensaje de texto a Mack para que le diga a Abu que hoy no iré al café. Mi hermana me manda un emoji de beso y nada más, entiende que no quiero hablar.

La verdad es que hoy me siento muy cansada de estar en mi piel. Tampoco tengo la energía para ser una musa.

Me arrojo la colcha hasta la cabeza y cierro los ojos con fuerza, deseando poder ser alguien más aunque sea por unos minutos.

...

Duermo la mañana y la tarde a pesar de que no me gusta mucho dormir. Para cuando salgo de mi habitación, todos se han ido de la casa; papá al trabajo, Abu al café y Mack probablemente vaya a ayudar en la cafetería después del colegio.

Aprovechando el silencio de la casa para poner mi playlist favorita a máximo volumen, espero que a los vecinos no les moleste la voz de Ariana Grande. Mientras la música suena, me preparo un sándwich, uno ligero y pequeño, y aunque me quedo con hambre al acabármelo, no me atrevo a prepararme otro.

Ignoro los espejos de la sala y del recibidor mientras limpio un poco la casa. Me gusta estar activa, hacer cosas. Papá suele bromear con instalarme un botón de apagado para que me calme de vez en cuando.

Aunque la verdad es que, si yo lo desespero, Mack lo lleva al borde la locura. A veces incluso a mí me falta sanidad para soportar a mi hermana, especialmente cuando hace cosas como cambiar todo mi armario.

Quisiera admitir que llorar por la ropa es algo estúpido, pero resulta no ser tan tonto cuando esa ropa se siente como una armadura cada vez que sales al mundo exterior. Los buzos, la ropa holgada, los pantalones anchos; son un uniforme de guerra.

Me permito a mí misma soltar un par de lágrimas más antes de continuar barriendo la sala. Me repito que el gesto de mi familia es una agradable sorpresa, que soy más fuerte que mis inseguridades, que yo puedo con esto. Pero termino guardando la escoba sin terminar de limpiar y subo a mi habitación para regresar a esconderme bajo las sábanas. Aún me queda una hora de autocompasión antes de que lleguen Abu y Mack.

Solo llevo 20 minutos llorando cuando escucho pisadas en las escaleras. Las lágrimas se me congelan en el rostro al mismo tiempo que el corazón se me trepa a la garganta.

¿Y si es un ladrón?

Reviso por toda mi habitación por algo con lo que defenderme. Lo más amenazante que encuentro es un par de tacones de taco fino. Mentalmente agradezco a mi hermana por esta consideración.

Me ubico frente a la puerta, el arma escogida en la mano y lista para atacar. Aprieto un poco más el agarre sobre el zapato y salto a la acción cuando la puerta se abre.

Mi exclamación de guerra se mezcla con un agudo grito. Me detengo al entender que la voz le pertenece a una chica, y que dicho ladrón no es nadie más que Rachel.

- ¡¿Se puede saber qué crees que estás haciendo?! – Reclama, llevándose una temblorosa mano al pecho – ¡Casi me matas del susto!

- ¡Pensé que era un ladrón!

- Lily, ¿qué tipo de ladrón se metería a la casa de un policía?

- ¡Yo qué sé!

La conversación es tan absurda que ambas terminamos riendo después de un rato. Bajo el tacón y lo regreso a su lugar en mi nuevo guardarropa. Cierro la puerta con apuro para no ver la tela ligera y fina de los vestidos.

Trazos AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora