25. En el callejón se intercambian secretos

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Debo admitir que levantarme enredada entre los brazos de Peter ya no me es una sensación desconocida. Cuando el tímido sol de la mañana se cuela tras la única ventana del cobertizo, Peter me abraza un poco más contra su cuerpo, negándose a permitir que el día nos aleje, pero despertándome en el proceso.

Este cobertizo se ha convertido en el hogar de nuestro secreto, de su arte y mi cariño por el artista que poco a poco se va introduciendo en lo más profundo de mí. Nunca pensé que esta sería yo, una musa. Aún así, me acomodo más entre los brazos de mi artista hasta volver a encontrar la paz en el subir y bajar de su pecho.

Podemos despertar en una hora más, me prometo, solo una hora.

.......

Nos dormimos más que una hora, nos perdemos la mañana entera. Apenas vuelvo a conectar con la realidad cuando escucho a Peter farfullar una disculpa lejana. Ya no estoy encapsulada en sus brazos, pero una mano callosa me soba la pierna desnuda.

Abro los ojos para encontrar a Peter sentado en el colchón, conversando en tonos bajos con alguien al teléfono mientras me acaricia. Una emoción cálida me invade al pensar que no puede dejar de tocarme.

Porque se siente tan bien ser querida.

Me muevo un poco para dejarle saber que ya estoy despierta, y mi artista me sonríe fugazmente mientras responde al teléfono con un suave "ya vamos" antes de colgar.

- ¿Quién era? – La voz me sale raposa, recién levantada.

Me acomodo tras de su espalda, dejando que mis piernas y mis brazos lo encierren en un abrazo perezoso. Peter se deja caer contra mi pecho con los ojos cerrados, ya me ha dicho antes cuánto le encanta que yo tome la iniciativa.

- Rachel – Farfulla adormilado.

- ¿Rachel?

- Sí, dice que nos espera para que empieces el turno de la tarde.

Cuadro los hombros, tensa de pensar en todo el tiempo que hemos perdido para que sea ya la tarde. Peter, al sentir mi cuerpo rígido, apoya sus manos en mis rodillas: - No te atrevas.

- ¿Qué?

- No te atrevas a arrepentirte de nuestro tiempo juntos cuando la estamos pasando tan bien.

No me arrepiento. No soy capaz. Pero me preocupa que al estar con Peter el tiempo se nos esfuma. Siempre he intentado ser lo más responsable que pueda y Peter hace que me olvide de que tengo una vida que no lo incluye a él.

En las últimas semanas he llegado tarde al trabajo, he faltado a las cenas familiares, he dejado mensajes de Rachel y mi hermana sin leer por perderme en este cobertizo con él.

Que por más hogareño que se sienta, mi verdadero hogar es otro lugar.

Me trago todos mis pensamientos y agarro sus manos entre las mías, inclinándome hasta hacerme una bolita con Peter.

Esto, él, se siente increíble, pero no puede ser eterno.

- Nunca me arrepentiría – Confieso en voz baja, dejando el fantasma de un beso sobre su cuello. Peter vira la cabeza, buscando mis labios para acariciarlos con los suyos -, pero necesito ir a trabajar – Farfullo a la primera oportunidad que tengo.

Peter detiene las caricias por un momento, solo un momento para decirme que lo entiende antes de zambullirse en mi boca una vez más.

Sé que volveré a llegar tarde al trabajo cuando ambos caemos contra la cama sin separarnos. Y, por más que se sienta increíble estar con él, es algo que no puedo dejar que afecte mi vida.

Trazos AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora