Usualmente utilizo jeans y camisas básicas, nada muy ostentoso, nada muy revelador; pero ni Mackenzie ni Rachel me permiten salir de la casa si no es con la única falda que guardo en mi armario – aquella de corte largo y color salmón que compré unos días atrás -, combinada con una camisa blanca amarrada y unos zapatos blancos que Mack me presta.
- Cuídalos con tu vida – Dice seriamente cuando deposita el par en mis manos.
Rachel arregla mi cabello con un poco de aceite de coco - Te ayudará a definir los rizos - y Mack me colorea las mejillas y me riza las pestañas – Eres muy guapa, solo es un poco de maquillaje para resaltar lo que ya eres naturalmente -. Claro que le beneficia decir eso porque nos parecemos bastante.
Abu me espera al filo de las escaleras, con una sonrisa pícara y una funda de papel – Es mi vieja receta de tartaletas de fresa, sé que te gustan y creo que a él también le gustarán -. Probablemente ella y Mack son las más emocionadas con esta pequeña salida.
Es sábado y, aunque trabajamos solo media jornada, la cafetería está cerrada por decisión de Abu - Un sábado que esté cerrado no mata a nadie -. Quiso ser sutil, pero sé que lo hizo para que yo disfrutara del día sin preocuparme por ella y el café.
Papá también se encuentra en la casa, ahogando sus penas con chocolate caliente. Al parecer, el artista de los grafitis ha vuelto a atacar, esta vez su zona escogida ha sido una de las residencias más acaudaladas.
Hay que confesar que nuestro artista es un experto en limpiar sus huellas y darle dolores de cabeza a papá.
- Y para rematar mi primogénita está yendo en su primera cita – Lloriquea cuando me ve cruzar la sala.
- No seas quejica, tu hija es una mujer – Abu lo regaña mientras acaricia uno de mis rizos con cariño –. Rojita es una mujer muy hermosa.
Sus palabras me aprietan el corazón. La abrazo, tanto porque la amo como porque necesito hacer algo para no terminar llorando.
- Papá, te aseguro que esto no es una cita, así que guarda los celos por un par de años más hasta que le toque a Mack – Lo consuelo.
Papá solo resopla, levantándose de la mesa. Agarra la que es su tercera taza de chocolate y el periódico que tenía abierto en una imagen del grafiti antes de acercarse.
- Y yo te aseguro, hija mía, que estás yendo a tu primera cita con un chico que anda suelto por la ciudad llamándote musa – Me sonríe –, y aunque estoy celoso, estoy muy feliz por ti.
Deposita un beso en mi coronilla antes de retirarse del comedor. Su gesto sirve para calmar un poco al monstruo de nervios que habita en mí.
No hay mejor cura que el cariño de papá.
- Un consejo, Rojita – Abu me llama la atención –: Solo relájate y déjate disfrutar la tarde.
- Gracias Abu
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Trazos Azules
Ficțiune adolescențiPeter ve en Lily lo que ella no ve en su cuerpo: El arte que expresa, en cada curva y con esos kilos de más que ella odia. Durante dos años, Peter no ha podido parar de dibujarla, yendo cada día sin falta a la cafetería donde trabaja, aprovechando...