Capítulo tres: Malas amistades.

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Abril.

  Salieron del aula de inglés conversando sobre lo injusta que era la maestra. ¡Les había puesto menos de setenta a todos! Claro, excepto a su hija. ¡Era inculta la idea de darle un cien a su hija, todos los años en las clases de inglés! ¡Cada año era lo mismo! Lo peor de todo, era que en las demás materias, su esfuerzo destacaba con color rojo en los boletines, además de cursos de verano para exámenes extraordinarios.

  Pasaron junto a dos chicas que la veían mientras conversaban entre ellas. Sonreían y la observaban de arriba abajo, con miradas burlescas y escepticismo. Abril aumentó la velocidad de su caminar. Lolo la siguió detrás.

  — ¿Qué pasa, April? —pregunto Lolo al alcanzarla.

  Ambas entraron a su salón y se dirigieron a sus lugares respectivos en la esquina del fondo de la clase, una a lado de la otra.

  — ¿No viste cómo me veían? ¡Me fastidia esa forma de mirar a la gente! ¡¿Por qué mejor no me patean?! Eso me dejaría menos marcada.

  Lolo hizo una mueca de lado. Abril se puso en pie, y fue a dejar sus libros en su casillero. Lauren la imitó después.

  — ¡Mira! ¡Saqué noventa y dos! —comentó Alejandra orgullosa en cuanto ambas amigas llegaron a sus lugares.

  — ¡Uff...! Carlota nos puso sesenta y seis. Y para acabarla, las idiotas de Marlene y Susana me veían cómplices —hizo una pausa—. ¡Agh! ¡Paso de ellas! —dicho esto, se dejó caer en su asiento.

  —Ay, April... Ya sabes cómo son esas perras, no te fijes en ellas.

  —No es que las ignore o les haga caso. Me importan en lo más mínimo, Lolo. ¡Pero esas miradas! ¡No las soporto!

  Alejandra la miró en silencio. Era mejor no decir nada cuando Abril estaba molesta de esa forma. Lauren suspiró y también tomó asiento.


(...)

  Dieron las 2:00 p.m. y salieron. Abril y Alejandra caminaron hasta las banquitas que había en las jardineras, en las cuales se sentaban a esperar mientras que sus padres llegaban por ellas. Silencio.

  Abril estaba muy enojada aún. Ellas no eran la gran cosa, sin embargo permitía que ellas tomaran ese tiempo y espacio que debería enfocar para pensar en cosas más agradables. Se odiaba por darles el lujo de atormentarla, y lo que le molestaba todavía más, era que no sabía cómo alejarlas de sus pensamientos.

  — ¿Y cómo vas con Andrés? ¿Te ha desbloqueado ya? ¿Bloqueó también a tú mamá?

  Abril resopló fastidiada. Si su mejor amiga intentaba tomar un rumbo confortable para aligerar el ambiente de tensión, falló por completo en su objetivo.

  —No, y no lo sé. Ese imbécil me da dolores de cabeza.

  Sonó el claxon de una camioneta. La madre de Alejandra estacionó frente a ellas. Saludó sonriente a Abril con la mano. Esta le respondió el gesto con una sonrisa fingida.

  —Bueno, ya me voy. Intenta animarte un poco...

  —Eso haré, Ale.

  —Bien. Hasta mañana —beso en la mejilla.

  —Adiós.


(...)

  Abril entró al salón aventando prácticamente su mochila en su lugar, aunque no de forma exagerada. Lolo no sabía si mirarla con risa o preocupación. Abril la miró nerviosa y entonces entendió.

Despersonalización.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora