Abril.
El miércoles terminó con un ambiente tenso y asfixiante. Siguió sin dirigirle la palabra a Alejandra. Claramente, cruzaban caminos, se veían, estaban cerca. Era realmente incómodo no hablar con Alejandra, puesto que el lugar de Abril era detrás de ella. Lo bueno, era que tenía a Lolo a su izquierda para charlar y distraerse.
No tenía ganas de nada, pero ese día sería la sesión de fotos para su fiesta... Alejandra y Abril se habían pasado un mes entero planeándolo. Qué triste era ver que aquella amistad se cayera por la borda. Aunque de vez en cuando le entraban unas ganas inmensas de hablar con ella, Abril miraba las marcas en sus muñecas y se arrepentía. Las marcas ya no eran tan intensas, se veían de un rosa difuminado y ya no le dolían tanto, pero todavía le incomodaba el contacto con estas.
En fin, estaba definido que ahora habría una amiga menos de lo planeado.
Sonó el timbre y Abril se acercó con Lauren.
—Hey.
—Hola April —dijo viéndola con una sonrisa reconfortante. Abril le devolvió la sonrisa agradecida. Ambas amigas no habían hablado desde el viernes. Abril se había aislado de todo. Ni siquiera se conectaba en Facebook para distraer su mente. Simplemente, tomaba su cuaderno y escribía ideas, cartas, poemas... técnicamente cualquier cosa que le ayudará a desahogarse. Y si la escritura no era suficiente, Abril ponía música y bailaba. Bailaba contemporáneo para olvidarse de todo. Su preferida en ese momento era To build a home de The cinematic Orchestra. La había escuchado en la película de Step up: Revolución y simplemente se enamoró. Para Abril, la escritura era esencial y no le restaba importancia alguna pero, el baile... el baile elevaba su espíritu como cuando logras rozar el cielo con los dedos, mientras todo lo material se destruye, dejando a compás y ritmo lo que el corazón anhela expresar. Así se sentía Abril, aunque claro, tampoco era una profesional en la danza.
— ¿Irán a la sesión?
—Sí que sí —afirmó canturrona—. En las etnias, ¿cierto?
—Ajá. A las cinco de la tarde, en la fuente de la entrada.
El silencio llegó a ambas amigas. El salón se había vaciado y Lolo miró hacia la puerta para ver si había alguien afuera. Negativo.
—Bri, ya nos contó Johana. Creemos que deberías dejar de hablarle, ya definitivamente. Alejandra no vale la pena... Ella te trataba de la mierda y tú la seguías cual perrito rastrero.
—Yo sé, Lolo. Ya no pienso volver a hablarle. Las marcas aún me lastiman, y no me refiero solamente a las que me dejó en las muñecas.
—Eso dijiste la vez pasada, y volviste con ella pidiéndole perdón. También pasó lo mismo la vez antepasada, y la anterior a esa, ¡y la anterior a esa!
—Cuando quieres a una persona, no importa cuántas veces te dañe. Siempre volverás a ella porque es indispensable para ti.
—April, no seas idiota. Una cosa es querer, y otra muy distinta es permitir que te traten como tapete personal.
—Bueno, bueno... ya da igual. Ésta vez se pasó, y tendrá que ser ella quién pida perdón, aunque no creo que vaya a ser lo mismo... por lo que parece, ésta amistad ya fue arrastrada por la marea.
—Sí, Bri. Mejor no pienses en eso... hoy no puedes permitir que nada, ni nadie te joda la tarde.
—Buen punto.
Ambas amigas salieron del salón. Siguieron caminando mientras bromeaban y planeaban la tarde. Alejandra las pasó de largo sin siquiera mirarlas. La distancia era indispensable.