—¿Me vas a matar en tu azotea? —pregunte bromeando mientras veía como picaba al último botón de su edificio. Se giro hacia mí mientras se cerraban las puertas del elevador.
—Tal vez, pero no debería decírtelo. —contestó recargándose despreocupadamente en una de las paredes.
Todo esto me parecía algo inusual, nunca solía hacerme amiga de personas que no ubicara de algún lado pero eso era porque no tenía mucho tiempo. Siempre hacía amigos del trabajo y ya, se me había ocurrido empezar a platicar con vecinos o tal vez con personas que frecuentan los mismos lugares que yo pero no tenía el tiempo suficiente para hacerlo. O no tenías muchas ganas.
Dario parecía ser lo opuesto a mi, no se porque pero me daba la impresión de que si yo no hablaba con personas él vivía en una cueva. Siempre está solo, nunca lo veía con alguien, como si no tuviera amigos o familiares. Sabía mas cosas de mí que yo de él y no quería preguntarle hasta que él se abriera conmigo, no quería presionarlo.
—¿Qué me quieres enseñar? —pregunte distraída por la luz del elevador que no funcionaba bien.
—Tendrás que esperar. —Fue lo único que me dijo, trate de no verme un poco desesperada. Él me vio divertido por mi reacción tan...Natural.
—No tienes paciencia alguna ¿verdad? —Me encogí de hombros tratando de ocultar mi impaciencia pero esto solo hizo que él me viera fijamente esperando a que confesara que en efecto, no tengo paciencia.
—Voy a fingir que no escuche eso. —susurré mientras se abrían las puertas en la azotea. El aire que me golpeó cuando salí, era frío, haciendo que me diera un escalofrío.
Estaba oscureciendo, estaba algo confundida porque este chico quisiera pasar tiempo conmigo, era como si no se diera cuenta que, de verdad, no estaba en la mejor etapa de mi vida. Hasta cierto punto me gustaba que fuera así, que fingiera que no se daba cuenta que algo malo pasaba conmigo, como si no tuviera problemas.
Faltaban al menos unos minutos para que la luna saliera y se vieran las estrellas. Apenas y se veía el sol, que pintaba el cielo con tonos rosados, anaranjados y rojizos.
—¿Puedo hacerte una pregunta indiscreta? —Nos sentamos en el mugroso piso de la azotea. Gire mi cabeza hacia él, cada vez que lo veía se abría más conmigo.
—No es como que tenga muchas opciones. —confesé mientras veía el cielo, no podía dejar de mirarlo. Era hermoso como podías ver una pequeña parte del universo.
—Puedes decir que no y lo tendré que respetar. —Me quedé callada, nunca pensé que esa podría ser una opción.
Decir que no nunca se me ha dado muy bien, en especial con Savage porque cada vez que él quería saber algo y yo le decía que no le quería contar acababa en desastre. Aprendí a decirle las cosas en el momento en que me las preguntaba. No estaba para nada orgullosa de ello pero en su tiempo prefería decirle todo a que empezara a sospechar que estaba haciendo otra cosa porque así era él.
—¿Quién era el chico de tu departamento? —Por alguna razón no me había sorprendido la pregunta. Me encogí de hombros.
—Un amigo de hace muchos años. —No quería entrar en ese tema pero la mirada que me dio Dario sabía que no iba a dejar ir la oportunidad tan fácilmente.
—Se puso agresivo cuando me vio. —dijo sin verme, aproveche esto para ver su mandíbula afilada. —Supongo que tiene que ver con su amigo.
—Yo...—No sabía qué decir, él no sabía el contexto por completo, ni siquiera tenía contexto. Lo único que sabía era que Zeke pensó que había engañado a Savage con él y que me dejó mi novio. Esa era la única información que tenía—. Es una larga historia, la verdad es que dudo que te guste.
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El Dolor de Kailani
RomanceKailani pasa por una de las etapas más complicadas de su vida. Su novio Savage la dejo sin ninguna explicación. Tiene ganas de comerse al mundo entero pero el peso que lleva en sus hombros no se lo permite. ¿Cómo podrá salir adelante cuando no qui...