6

77 1 0
                                    

—¡Ella no hablará a menos que tenga un abogado!

—¿Iris?

Iris acaba de entrar a la sala. Iris. Si, Iris, mi hermana. ¡Mi hermana!

—¿Pero... pero que...

Me levanto de la silla.

—Señorita... —intenta llamarme un policía, pero lo ignoro y voy directamente a los brazos de mi hermana.

—¿Qué haces aquí? —pregunto.

—Papá me dijo que me necesitabas.

Mi cara cambia radicalmente. ¿Papá no le ha contado la verdad? Es decir, claro que la necesito, pero él nos necesita a ambas.

Le agarro de las manos muy fuerte, intentando no hacerle daño y yo intentando no llorar. Me asusta saber que mi padre está grave.

—Papá está en el hospital. No se como está. Lo único que sabemos es que le han hecho daño aquí, en la cárcel. Por eso me ha parecido raro que dijeras que necesito un abogado nada más entrar —suelto una risita.

—¿En serio? ¿Por qué no me lo ha contado ? ¿Quién le ha hecho daño?

—No tengo ni idea. Y ellos parece que tampoco —señalo con la cabeza a los policías que se encuentran detrás mía.

—Señoritas, ya que todos estamos en la misma página, ¿podemos hablar? —interrumpe otro policía.

Mi hermana y yo asentimos. No puedo expresar la confusión tan grande que atormenta mi cabeza. ¿Que necesidad tiene mi padre de mentir a mi hermana? No tiene sentido.

Los policías no hacen más que preguntarnos sobre las relaciones que mi padre mantiene con la gente de Luiyana, que son nulas, porque él sólo viene aquí a trabajar.

—Cabe la posibilidad que el solo fuera atacado por formar parte del lado sur, no por aspectos personales. Aún así mantendremos la investigación abierta, en Luiyana no aceptamos violencia.

Los dos policías se levantan al igual que nosotras. Cuando abandonan la habitación abrazo a mi hermana otra vez, la echaba de menos. Echaba de menos su tacto, su voz, su risa, todo.

—¿Va todo bien? —pregunta

—Si, si. Solo te echaba de menos.

—Mi niña, yo también.

—¿Qué harás ahora?

—No me queda otra que quedarme aquí unos días, hasta que papá mejore y yo lo vea.

—Genial, entonces.

Así puedo hablar con ella, desahogarme con alguien y contarle que, por fin, pase al lado norte, como ella siempre me contó que hacía.

—Acabo de acordarme— dice— ¿Es tu primer día de universidad?

Asentí.

—Dios, vaya primer día. Vamos a mejorarlo.

Nos pasamos toda la mañana y parte de la tarde haciendo cosas que solíamos hacer antes de que ella se marchara, hasta que nos dieran noticias de mi padre. La gente de Luiyana no nos mira raro, totalmente lo contrario, parecemos ciudadanos de aquí, cosa que hace que me sienta muy incluida. No hay nada mejor que el sentimiento de pertenencia a un lugar.

Se está acercando la hora de la fiesta de la hoguera, lo que hace que me ponga más nerviosa porque todavía no tenemos noticias de mi padre, nada.

—Ve —dice mi hermana al pillarme mirando el móvil.

Pretty LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora