Nos estamos acercando a una casa abandonada. El exterior está en ruinas, no me quiero imaginar el interior. Es de color blanco, tirando a beige, aunque la madera está sucia y apenas se nota. El porche tiene algunos agujeros que parece que con cualquier pisotón se van a romper del todo. Las escaleras que hay para subir tampoco parecen estar en buen estado. Una rata sale de ellas cuando pongo un pie.
—¿Ahora es cuando me matas?
—Por mucho que me gustaría, no.
Entonces, le gustaría matarme. Genial. Parece que por fin el sentimiento es mutuo.
—Dios, ¿qué es este lugar?
Aron saca unas llaves de su bolsillo y abre la puerta, que, para mi sorpresa, está en buenas condiciones. El interior está prácticamente como el exterior: viejo, sucio, roto. Hay un sillón rojo en lo que creo que es el salón y una pequeña mesa en el medio. Una estantería enorme cubre gran parte de la pared. De hecho, es tan grande, que hay una escalera para coger los libros más altos. Paso mi mano por el lomo de cada uno de ellos. El polvo se pega en mi mano. Cruzo una puerta que me conduce hasta la cocina. Es blanca y azul, pero no hay nada, está vacía. Las telarañas están por todos los puntos altos.
Aron se quita la chaqueta algo estresado y la deja caer en el sillón. Se pasa las manos por el pelo. No parece contento con la situación. Se muerde la uña del dedo pulgar derecho mientras mira el suelo. No entiendo este cambio de estado de ánimo tan repentino. No tiene nada de sentido.
—Dormiremos en la única habitación que hay.
—¿He escuchado dormiremos? —pregunto.
—Me alegra saber que no has perdido tus capacidades auditivas.
—Dormiré en el salón.
Aron se gira. Ladea la cabeza. Tiene las manos apoyadas en la cintura y se pasa la lengua por el interior de su boca, serio.
—Vale —Camina hacia el sillón y le da una patada. Una gran capa de polvo sale desprendida de él—. Espero que duermas a gusto. ¿He mencionado que no hay sábanas ni mantas con las que puedas tapar el sillón o puedas taparte tu? Creo que no. Bueno, me alegra que ya lo sepas. Buenas noches.
Se dispone a andar hacia la habitación y cierra la puerta de un portazo. El sonido hace que tiemble un poco la casa y que caiga polvo del techo en mi pelo.
—Dios... —murmuro.
Me arrimo al sillón. Da asco. Es imposible que duerma aquí. Imposible. ¿Con qué cara entro yo ahora a la habitación? Miro a todos lados, como buscando que de la nada aparezca otra cama. Respiro hondo. No puedo dejar que el orgullo me gane. Del sillón sale una gran araña que hace que retrodezca unos cuantos pasos, hasta que choco contra un cuerpo desnudo. Me quedo quieta en mi sitio, sin mover un pelo. Siento su respiración en mi cabeza.
—¿Sucede algo? —susurra al lado de mi oreja.
Me giro lentamente, hasta tenerlo de frente.
—No —digo antes de poder pensar en una respuesta decente.
Él me regala una media sonrisa.
—Eso creía yo —responde.
Lo sigo con la mirada. Se ha desabrochado al completo la camiseta blanca. Se dispone a ir para la cocina, donde suena agua caer del grifo.
—¿No sientes nada? —pregunta desde la cocina.
Miro a la nada extrañada. No sé a qué se refiere. Estoy perfecta.
—¿Qué debo sentir? —inquiero.
—¿Te acuerdas de eso de que los del lado sur tenéis un tiempo limitado en el lado norte? ¿Sabes de lo que hablo?
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Pretty Lies
RomanceEn un mundo donde una pequeña guerra divisó a los seres humano de lo sobrenatural se encuentra Cleo, una mujer que siente que su corazón pertenece a otro lugar. Una serie de hechos harán que Cleo dude de todo lo que se ha ido construyendo a su alred...