Capítulo 10: Más que amigos

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Sé que es una putada que Billy esté lesionado, y no quiero ser esa clase de persona, pero siento que desde que tengo que cubrir su puesto, mi equipo me está tomando más en serio, lo cual me beneficia. 

Billy está muy cabreado, y creo que lo está pagando un poco conmigo. No lo culpo, entiendo los miedos por los que pasa un jugador lesionado. Todos somos reemplazables, y siempre caga pensar que pueden sustituirte y que, al final, quien te cubre te quite el puesto, pero sinceramente, dudo mucho que eso pase. Él es el veterano y yo el novato. Aún tengo mucho que aprender. Espero que Billy sé dé cuenta pronto, no me gustaría caerle mal.

Después del entrenamiento, me meto en las duchas, pero esta vez no me entretengo tanto como siempre charlando con mis compañeros. Esta vez me doy prisa, porque Danielle y yo hemos quedado para empezar ese maldito trabajo.

Cuando le conté a Finn de qué iba, me dijo que era muy afortunado porque nos iban a poner nota por ver varias pelis, pero es mucho más complicado que eso. En primer lugar, seguramente sean las películas más aburridas del planeta, y en segundo lugar, las preguntas tienen tantos tecnicismos que ni siquiera estoy seguro de entenderlas.

Llego a mi residencia y veo a Danielle sentada en los escalones de fuera, esperándome.

—¿Llego tarde? —me apresuro en preguntar.

—No. Yo he llegado pronto —dice regalándome una tímida sonrisa.

Joder. Qué guapa es.

Paso mi mano por mi pelo húmedo tras la ducha y, tras unos segundos un poco en trance, comienzo a andar y paso mi tarjeta por la puerta de la residencia, haciéndole un gesto a Danielle para que me siga.

—¿Y Finn? —pregunta al entrar en la habitación.

—Biblioteca.

No puedo evitar pensar en si lo preguntaba por saber de Finn o por si le apetece que estemos los dos solos. Me gusta pensar que es la opción número dos.

—Mira, he tomado algunas notas de cosas que he encontrado en Internet sobre los conceptos que tenemos que observar en las películas. No es mucho, pero creo que nos podría ayud-

—¿No es mucho? —pregunto divertido—. Ya es mucho más de lo que he hecho yo.

Pone una sonrisa y se me pega involuntariamente.

—En parte por eso lo he hecho. Como dependamos solamente de lo que hagas tú... vamos mal.

—Ja, ja, ja. Muy graciosa —digo antes de tirarle un cojín a la cara.

Su sonora risa resuena por mi habitación. Mi sonido favorito en el mundo.

Enciendo mi portátil y busco el enlace de la primera película que nos ha subido la profesora a la plataforma de la universidad. Me tumbo en la cama y le hago gestos a Danielle para que me imite.

Enseguida lo hace y, por un momento, me arrepiento. Es evidente que, si vamos a ver una peli, es mucho mejor así en vez de sentados en una puta silla, pero eso significa que tengo que luchar contra lo que provoca Danielle en mí a esta cercanía. Tiene apoyada su cabeza en mi pecho, y me entran ganas de tirar el portátil por la ventana y no parar de besarla. 

Peeeeero, no puedo. No después de nuestra última conversación en la que me dejó claro que no quería que nuestra amistad se estropeara. Yo tampoco quiero, pero joder, tampoco quiero pensar en que jamás volveré a probar un beso de ella.

Le doy al play y la película comienza a reproducirse. Estoy tenso. Siento caldeado el ambiente. No sé si soy yo el único, probablemente sí, pero ni siquiera puedo prestar atención a la película. 

MILLERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora