Capítulo 7

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Hoy Katsuki acaba de cumplir tres semanas sin beber. A él le parece una banalidad, finge no importarle y que no le ha sido difícil, pero la verdad es que está feliz, feliz y al mismo tiempo nervioso por no volver a equivocarse. A veces es un poco molesto aquel movimiento incesante en sus piernas, pero es porque se contiene y se esfuerza, sé que lo hace.

Yo estoy feliz, ya no discutimos, no como antes, y tampoco intenta alejarme de él. De a poco ha recuperado sus rutinas; se levanta temprano, bebé un café y aprovecha de dejar listo el mío bajo la cafetera mientras va a por una ducha. A veces me llama para que lo ayude a masajear su cabello y a asear su espalda o lugares difíciles de alcanzar. Nada comparado hace un mes atrás; ya no despierta, ni se duerme ebrio; ya no bebe, ni tampoco niega mis atenciones. Volvió a usar sus camisas y playeras favoritas, sus zapatos y tenis deportivos con agujetas. Obviamente se viste solo, no es un bebé, pero de vez en cuando, cuando su paciencia colapsa y gruñe de la frustración que le provoca no poder controlar los temblores de su mano, de sus dedos; se traga la vergüenza, se toma un minuto y me llama para que lo ayude. Él sabe que no debe apenarse porque en ocasiones no sea capaz de abotonar él solo sus camisas o que ya no tenga la habilidad de atar sus zapatos... él luchó y lo dio todo por salvar muchas vidas de gente desconocida, llevó su cuerpo al límite por ambos y nos dio una segunda oportunidad a mi y a muchas personas, y si bien eso no le dio derecho a comportarse como un cretino, él sabe que sentir vergüenza de descansar en mi, es lo último que debe hacer.

En fin... el simple hecho de haber retomado aquella sencilla rutina, lo ayudó mucho. El psicólogo se lo recomendó; era una forma de que fuera recuperando paulatinamente el control de su vida. Levantarse temprano, prepararse un café, bañarse por las mañanas todos lo días y vestirse adecuadamente; haría que de a poco su cerebro fuera asimilando su nueva realidad y también a que él aprendiera a recuperar su independencia, y a entender mediante aquellas pequeñas y banales acciones que no todo estaba perdido. Sólo había cambiado de fórmula.

Fue un tonto, él lo sabía.

No debía desconfiar de mí cuando una de las primeras cláusulas de nuestra unión establecía aquella "incondicionalidad". Mi amor, nuestro amor, por sobre los buenos y los malos momentos.

Yo lo perdoné, decidí hacerlo y darle una segunda oportunidad, a él y a nuestro matrimonio, porque abandonarlo sería algo que él nunca haría conmigo. Katsuki no es perfecto, yo tampoco, sin embargo, me enamoré de él y de su capacidad de superarse, de su capacidad de, a pesar de ser el más bruto entre los brutos, ceder por amor. Se atora entre sus propias maldiciones, gruñe infantilmente cuando las cosas no salen como lo planea, odia el color verde cuando su traje es verde, también odia el rosa y la mitad de nuestro apartamento es todo de color rosa, le gusta el picante y el café amargo, pero sólo para hacerme el gusto siempre me compraba o preparaba golosinas y postres empalagosos, sabe que no es del agrado de mi padre, pero siempre que visita mi casa les lleva algún presente a él y a mi madre, oye en silencio las quejas del viejo Takeo Uraraka y se aguanta de decir groserías buscando consuelo en mi y en su única otra aliada en aquella casa... sagradamente una vez a la semana llama a sus viejos para oír la voz de Masaru-san y los reclamos de su madre; dice que está senil y que lo odia, sin embargo, desde hace un par de años que ya no le corta las llamadas a mitad de conversación y la oye hasta el final porque se da cuenta que su voz no suena como antes y que se está haciendo vieja... no me lo ha dicho, pero sí su mirada que, en el fondo sufre y teme por el día en que ya no haya nadie más que lo regañe, nadie más que se preocupe por él... no le gusta dormir solo y desde que tiene memoria, cuando se encuentra en soledad, enfermo o se siente miserable, abraza ese viejo oso de peluche, lo estruja con fuerza y deja salir toda su frustración... porque cuando era pequeño su papá le dijo que cuando sus heridas dolieran, cuando mamá lo regañara demasiado, cuando tuviera miedo y él no estuviera para abrazarlo, podía aferrarse a ese bobo y viejo juguete, descansar y esperar a dormirse porque cuando amaneciera el sol brillaría más que nunca y la pena no dolería tanto...

Cuidados Especiales - KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora