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 Se encontraba sentado al borde de una cama. "Mi cuerpo era mío, pero yo no era yo".

 Observó el rostro que aunque estaba borroso sabía que le sonreía. Él estaba en frente, y acariciaba su cabello, su mentón. Mientras le decía cosas, que a pesar de que no entendía, sabía que estaban cargadas de amor.

 "Tuve un sueño extraño", dijo a alguien, pero a nadie en especial, "un sueño dónde amé y era amado", observó con los ojos pesados alrededor. Era aquella (ahora ya no tan) extraña habitación, la esbelta figura de Dazai soltó un bufido.

—Sueñas aquellas cosas porque es lo que desearías que te sucediera —se burló. 

 El pelirrojo sintió una extraña mezcla de vergüenza y furia, el sueño desapareció repentinamente y le arrojó un almohadón, Dazai no lo esquivó por lo que las vendas se le enredaron con aquel objeto. También respondiendo con insultos, saltó con la pierna a mitad de vendar sosteniendo el almohadón con el que había sido atacado con la intención de devolverlo, lo hizo torpemente, sin lograr golpear al pelirrojo quién rápidamente salió debajo de la sábana sucia que como era habitual lo cubría. 

 Dazai terminó trastabillando debido a su pierna mal vendada y cayó al suelo. Chūya se acercó a él, más con la intención de ignorarlo que con la de ayudarlo, pero cuando se encontró con el largo tajo aún sangrante en la pierna de su excompañero, no pudo seguir de largo. Se sintió arrastrado por una fuerza mayor, tal vez la costumbre o su conciencia, pero se agachó a su costado, mientras murmuraba maldiciones sobre lo inútil que era y le arrebató la venda que tenía en manos, para primero deshacerse de la que estaba alrededor de su pierna.

—No toques nada, y espera aquí —ordenó—, ya que no puedes hacer algo tan fácil como morir, vive lo suficiente hasta que pueda asesinarte.

Dazai no respondió, solo lo observó desaparecer, para minutos después regresar con una botella de Vodka barato en una mano y una toalla junto a una aguja con hilo en otra.

—Tampoco es que necesite sutura.

—Siempre decías eso —respondió—, solo porque no te gusta el dolor de ser cosido. Así que cállate.

 Dazai abrió la boca para seguir quejándose pero lo único que salió de sus labios fue un grito de dolor, cuando el pelirrojo vertió el alcohol en su herida para desinfectarla. Mientras presionaba la toalla con la intención de detener el sangrado, el cual no tardó en ceder, una vez esto sucedió, volvió a tirar Vodka, Dazai se aferró al brazo del más bajo quién sintió las uñas del contrario clavarse en su piel. Acto seguido comenzó a suturar rápidamente la herida, tenía experiencia en tratar las heridas de Dazai, y por ende, también tenía experiencia en guardarse su curiosidad, desconocía la razón de la mayoría de sus heridas, sabía dónde estaban, cuan graves habían sido y como habían sido tratadas, pero nunca la razón de su presencia.

 Sintió ira, con el contrario y consigo mismo, cuando sintió que todo era como antes.

 Sintió ira, cuando todo parecía no haber cambiado. Porque algo en definitiva había sucedido, él había cambiado, no sabía cómo, no sabía en que, pero el ardor en su pecho y el nudo en su garganta le hacían saber que el accionar del contrario lo había afectado.

 Por ende, se encargó de que el tratamiento de la herida le resultase doloroso, mucho más que haberla recibido. 

—¡Por Dios! —exclamó en un gemido de dolor—, ¡ya detente Chūya!

—¿Duele? —preguntó burlón.

—Se nota que me extrañas —bufó, mientras acercaba su rostro—, parece que te estás juntando mucho con Mori-san, se te pegó lo sádico.

Lágrimas en un rostro estoicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora