6

308 42 15
                                    

 Mientas jugaba con la fina taza de té que tenía en frente, escuchó la amable voz de su tutora preguntar:

—¿Estás enamorado?

—¿Eh? —soltó, sorprendido por la pregunta que había provocado que derrapara un poco de su bebida.

—¿Estás enamorado? —repitió.

—¿Por qué?

—¿Estás enamorado? —insistió.

—No.

—Dime la verdad, Chūya —sancionó —¿Estás enamorado?

—Por favor —soltó en una plegaria con voz temblorosa—, deje de insistir.

—¿Te sientes desesperado cerca de esa persona?

 Chūya no respondió.

 No sabía que responder.

—¿Te sientes feliz?

 Chūya no respondió.

 Seguía sin saber que decir.

 Sentía que si abría la boca su corazón se le saldría por la garganta.

—Me alegro mucho por ti querido —dijo entonces, con una pequeña sonrisa, tranquila, mientras bebía un sorbo de té.

—¿Eh? —volvió a mascullar.

—Por favor, deja de responder de esa manera,  pareces tonto —suspiró, luego con una leve risa continuó—. El amor es así, duele, arde, desespera. Amar a alguien es duro después de todo —dijo—, pero aún así amar es emocionante y hermoso.

  Chūya entonces sintió que varias cosas encajaron.

 Sintió de la nada sus ojos arder, a punto de librar lágrimas.

 "Si", respondió la pregunta de Kioyo a si mismo. Aquella necesidad que había sentido, que sentía de ver a Dazai, de saber dónde estaba, si algo le había pasado, de querer ser el único para él, de dolor cuando estaba lejos y de rencor cuando se había sentido abandonado, "es porque lo amo", completó sus pensamientos. "Ay, por Dios, es porque amo a Dazai".

 A pesar de que la mayor no podía leer mentes, sonrió, como si no fuera necesario.

—Chūya-kun —comentó, mientras posaba amablemente sobre su mano, la cual no se había dado cuenta estrujaba—. No temas amar y solo hazlo

 El pelirrojo intentó hablar,  intentó agradecerle a su tutora, pero no pudo hacer más que liberar un quejido casi doloroso.

 No sabía que clase de expresión estaba haciendo, pero le ardía el pecho.

 Y no supo tampoco porque pero hizo caso a las palabras de Kioyo y se incorporó, subió a su moto, como hacía tiempo que no sucedía y tan veloz como pudo fue en busca del castaño.

 La noche ya se había apoderado de la ciudad, a pesar de la oscuridad de la misma Yokohama nunca se encontraba oscura, las luces de las farolas iluminaban el camino del pelirrojo, a pesar de que su intensidad no permitía disfrutar de las estrellas.

 "Quiero saber", pensó, "quiero entenderte".

 "¿Por qué escondes tus sentimientos?".

 Bajó de la moto casi a tropezones y esquivó la torre de ladrillos junto a las bolsas de cemento, las cuales consideró que estaban muy mal ubicadas, para subir las escaleras del viejo complejo de departamentos, sintiendo como estás crujían debajo de sus pies. 

Lágrimas en un rostro estoicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora