La llegada

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Despierto por culpa de las molestas risas de Eivor, es mi hermano pero eso no quita que quiera clavarle el hacha de vez en cuando. Al final, después de tanta pelea, acabó accediendo a participar en el viaje junto a mí.

—De qué te ríes ahora? -le pregunto molesto mientras me pongo de pie-

—De que el crío no ha durado nada -responde volviendo a reír como loco-

Le miro confundido mientras le doy un trago a la primera bota de vino que encuentro.

—El niño ese tuyo, el del moño -giro mi vista rápidamente a Kai y veo que está en el suelo inconsciente junto a Axe, solo que este solo está dormido- Sabes como es Axe y pues... lo ha ahorcado. Pero aún respira, sobrevivirá

Suspiro con molestia, me apoyo en el costado del barco y miro al horizonte encontrándome con mi querida tierra a un par de metros.

-Por qué es tan importante ese chico? -escucho a Eivor mientras este señala con un cuchillo a Kai-

-Sabes el porqué perfectamente -le miro consiguiendo como respuesta un asentimiento de cabeza por su parte- Sabes de mi profecía

Es lo último que hablamos, volviendo a concentrarme en el horizonte no sin antes darle un par de miradas al pequeño notando que la marca que le hice está corrida y borrosa... seguramente por culpa de la manaza de Axe. Los tres barcos que fuimos están en silencio ya que absolutamente todos están dormidos y nos dejamos guiar por el viento que nos ofrece Odín.

Reviso de vista todo el barco, procurando que ningún esclavo se duerma en este cielo oscuro. Ellos son castigados por varios de mis hombres, no quiero que hagan eso pero tampoco voy a estar echando la bronca a cada uno... No terminaría nunca.

Con el paso de las horas llegamos a casa, siendo recibidos por miles de antorchas que servirán como guía hasta la plaza mayor. Ahí se hará el reparto de beneficios.

Logran embarcar con facilidad, siendo empujados hacia afuera nada más tocar tierra. Los esclavos salen a la fuerza quejándose por lo bajo mientras acatan las órdenes con temor, y no los culpo, son demasiado flacos como para luchar. Por mi parte, el pequeño continúa inconsciente en el suelo así que me toca cargar con él hasta la plaza. Aunque antes de ello, decido colocarle una venda en los ojos.

Tomo impulso para colocarle bien en mi hombro, evitando que caiga por algún fallo mío. Su rostro queda justo en mi espalda, dándome unas buenas vistas. Al tener poco músculo, el echo de elevarlo no supone ningún problema ya que apenas pesa.

Caminando fuera del barco llegando así a mi querida Noruega donde, a pesar de lo tarde que es como para reunir a un pueblo entero, haremos un reparto entre todos los guerreros y el rey.

Unos minutos después de avanzar noto movimiento adormecido por parte de Kai, aprovechando para posarle en el suelo. Veo como alza rápidamente sus brazos para quitarse la venda, deteniéndole en el acto

-Stille, liten (Quieto, pequeñín) -susurro logrando que él asienta-

Dudo que me haya entendido.

Al ver que no reacciona retomo el hueco entre sus manos, apretando la cuerda para guiarle a ciegas. Tiro de él con algo de brusquedad para que ande, cosa que no hace y me molesta un poco. No soy conocido por tener paciencia.

—Camina -hablo con autoridad mientras vuelvo a tirar de la soga-

Poco a poco comienza a andar con cuidado, dando pasos cortos pero seguros. En todo el camino hacia el interior del pueblo, pasando por caminos irregulares de piedra en los que varios esclavos han tropezado y caído, los gritos de estos se hacen presentes, seguidos del lloros y palabras repetitivas que no conocemos pero suenan cansinas.

Exótico [Kaigurd Sigurd ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora