3. Esos ojos.

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—Padre, creo que puedo cargar mi maleta yo mismo–. hace como si no hubiera escuchado una sola palabra y toma mi maleta del auto y camina hacia la entrada del hospital.

Tomo una bocanada de aire invocando paciencia. Mi padre suele ser muy intenso cuando se propone serlo y sobre todo después de lo que paso la última vez.

Aparto los pensamientos y camino hacia la puerta por donde mi padre entro. Al llegar al consultorio del doctor que me ha atendido por casi 10 años finjo una sonrisa amable ya que lo menos que quiero es que me suelte sus charlas de lo importante que es tener una actitud positiva.

Me siento en uno de los sillones, me inclino hacia atrás pasando por desapercibida la opresión en mi pecho. Mi padre habla con el doctor Osler sobre mi tratamiento de las próximas semanas y no puedo evitar preguntarme ¿vale la pena seguir con eso?

Siento venir el ataque de tos y saco rápidamente el pañuelo del bolsillo de mi pantalón, me tapo la boca y es inevitable cesar el molesto ruido al toser y eso solo me confirma lo que sé hace semanas, mis pulmones están destrozados.

Me falta el aire, el doctor Osler lo nota y se levanta rápidamente tomando un tanque de oxigenación y me brinda la mascarilla que me coloco rápidamente.

Cuando mi tos disminuye y siento como mi respiración vuelve a su ritmo normal mi padre vuelve la vista hacia mi lugar con algo de lastima, pero de un momento a otro frunce el ceño y sé que está a punto de soltar un reclamo.

—Si no te hubieras ido de casa para meterte todo tipo de porquerías no estarías en ese estado, estabas mejorando, pero eres tan inmaduro que decidiste irte por el camino fácil- me dice y volteo a verlo, trato de pro pensar lo osadía que acaba de decir.

—¿Mejorando? - le suelto, me bajo la mascarilla y me levanto del sillón — ¿enserio crees que estaba mejorando? ¿Es que acaso no lo ves? Cada día es una agonía para mí. No sabes las cosas que me he contenido de hacer cuando siento que el dolor en el pecho me quema por dentro, cuando me veo a mí mismo en el espejo y recuerdo como era 10 años atrás, ¿tú no lo ves? –vuelvo a preguntar. — Me veo y ni siquiera yo me reconozco–.mis ojos se empañan y se cuánto le lastiman mis palabras.

>>esto no es vida. –le digo casi llorando, pero me contengo, él no dice nada y me termino de quitar la mascarilla, paso por su lado y salgo del lugar.

Necesito respirar aire fresco. Busco el pequeño jardín que si mas no recuerdo quedaba cerca de una sala de estar, miro de reojo a través de una ventana completamente de vidrio donde están unos niños. Cuando llego al jardín me detengo un momento a tomar aire colocando mis manos en mi cintura y echando la cabeza hacia atrás - ¡Dios!, ¿Qué hice para merecer esto? – exclamo desesperado.

Me centro en un punto fijo del jardín y de un momento a otro me da la sensación de que alguien me está observando. Miro a ambos lados, pero solo hay pasillos en triste soledad.

—Te traje el oxígeno– la voz de mi padre interrumpe mis pensamientos —sabes que ahora es necesario que siempre lo lleves.

Levanto la mirada.

Él, que me observa con remordimiento, me ofrece el oxígeno portátil y sin mirarlo lo recibo y me lo coloco.

—Me iré en la mañana, vendré a verte seguido.

—No es necesario que vengas– volteo a verlo. —ya que si me estas dejando en esta ciudad es porque ya no quieres lidiar conmigo.

—Sabes perfectamente que no lo hago por eso. Durante todos estos años lo único que he hecho es ver por ti, eres mi único hijo y si estás aquí es porque están los mejores médicos para atenderte.

En el más frío invierno (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora