El campo de flores

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En una época en la que ni tú ni yo habíamos siquiera nacido, existió un niño, el cual todos los días acudía a su gran jardín para cuidar lo que desde que tenía memoria era su pasión: Las flores.

Todos los días se la pasaba observando su más gran logro, todas estas piezas florales a lo largo del basto terreno eran suficientes para dar paso a una sensación de admiración y asombro a quien se parara a observar aquel bello paisaje escondido en el fondo de un bosque cercano a la civilización.

En uno de los tantos dias en que el niño se disponía a trabajar en su jardín, una niña se puso a observar el trabajo que realizaba, todo lo que conllevaba poder llevar todo ese bello paisaje a flote, esto fue por poco rato hasta que la niña decidió preguntar:

-Tu jardín es muy bonito, y pues me gustaría llevar una parte de esa belleza conmigo, ¿La compartirías?

En ese momento el niño simplemente no pudo negarse, aquella niña de aspecto inocente y con unos ojos tan resplandecientes como la misma luna fue pretexto suficiente para acceder a aquella propuesta.

Así pues, como la niña lo propuso, el niño fue directamente a los rosales mas grandes que tenía, y cortó una de las rosas mas bonitas de aquel basto arbusto, al dársela, se percató que de sus  manos brotaba sangre, producto del manejo de la rosa, no fue muy relevante para él, sin embargo, retiró las espinas para no lastimar a aquella linda niña. Ese sería el comienzo de una relación algo extraña...

Cada tercer día la niña acudía con el niño, y le pedía siempre flores diferentes, en un inicio, el niño se sentía muy feliz de que alguien valorara su trabajo y lo viera como algo hermoso, pero ese sentimiento no duró mucho, ya que cada vez era más recurrente que la niña lo visitara solamente para obtener una flor del jardín, él lo veía como una obligación, los problemas solo estaban comenzando, ya que aquella belleza y estructura del lugar habia tomado factura por aquella acción, las flores eran cada vez más escasas.

Antes de que sucediera lo peor, el niño optó por decirle a aquella niña en una de sus visitas si podría prestarle las flores marchitas para poder encontrar una manera de volver a plantarlas de nuevo, la niña, enojada, se negó, pero después de una pequeña negociación, fueron a la casa de la niña a buscar aquellas flores.

Al llegar, no habían encontrado nada, sin embargo, el pueblo estaba cada vez mas lleno de flores, estas pertenecientes al jardín de aquel niño, éstas últimas eran pisoteadas, vendidas, maltradas y arrancadas, el niño simplemente no pudo más con esa escena, y regresó a su ya vacío campo de flores.

No había más que hacer, la forma de conseguir nuevas semillas era casi imposible, sus padres se molestarían con él y simplemente no podría hacerlos sentir mal, ya que habían depositado toda su confianza en él, en mantenerlo como algo bonito y lleno de vida, sin embargo, aquella imagen era tan imposible divisar al ver lo que quedaba de este campo.

Macetas vacías, pasto y hierba por todos lados, ramas secas y un niño triste fue lo único que se observaría por una temporada en aquel campo, pero todo daría un giro en un tiempo.

Un niño que paseaba cerca de los maizales aledaños, encontró al niño del jardín tratando de regar plantas secas, sin ningún resultado positivo, y con una cara de tristeza en su rostro, fue entonces, cuando decidió acercarse a él, y al ver la tristeza emanando de su cuerpo, decidió darle una manzana, comenzaron a conversar, y el niño había contado lo sucedido a este extraño infante, y él, con una sonrisa, propuso algo...

Tomando la manzana ya consumida por el niño, aquel ayudante tomó las semillas, enterrándolas en la tierra, y con ello, el campo de flores, no volvió a ser lo que era, pero se habia transformado en algo mejor.

Años más tarde, aquel paisaje se había transformado en un bello paraje de árboles frutales, simplemente el paraíso para todo aquel que tuviese hambre o simplemente tuviera curiosidad, aquel niño dueño del campo, dejaba que toda persona se acercara a tomar lo que quisiera, pero esta vez, con una lección importante, por más insignificantes que fueran las semillas para los curiosos, debían ser dejadas en el lugar... para poder evitar reducir la belleza, de aquel antiguo campo de flores...

Cuentos que escribí alguna vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora