14. Sin Pudor

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Decir que estaba nerviosa era poco, estaba aterrada pero no era miedo lo que sentía, sino ansiedad de como debía actuar en ese momento, Rin no sabía que hacer aunque prácticamente su suegra le había dicho que no fuera rápido que llevará las cosas a su ritmo.

Después de la fiesta, Sesshomaru y Rin se habían ido de la ciudad, no muy lejos porque así lo quiso ella, por miedo, nervios o lo que sea, era extraño estar en estas circunstancias que jamás pensó que podría pasar.

Toda su vida había sido dictada en que cualquier hombre que tuviera el suficiente dinero iba a pagar por ella y la iba a joder hasta desmayarla, y al ser casta, el precio se elevaba y sería más cotizada.

Cuando supo que un hombre la había comprado de aquel prostíbulo, Rin se dio por vencida y sabía que seria utilizada como una esclava, un objeto sexual de algún pervertido millonario, quizás si se comportaba el maldito no le haría daño y hasta bien la trataría, eso o simplemente después de su cometido la mandaba a otro prostíbulo.

Cuál había sido su sorpresa que al entrar en aquella habitación había visto a ese hombre que ahora vivía hasta en el más profundo poro de su piel. Sus ojos la habían hipnotizado, el tono de su voz, su cabello largo y sedoso de un color único, lo mejor era que el la quería ayudar.

Si decía que fue amor a primera vista, diría que estaba loca pero la realidad era que Sesshomaru le gustaba, muchísimo hasta casi ser doloroso, hasta casi llorar y eso la hacía sentir terrible.

¿Por qué? Ella sentía que estaba mal, pero realmente no le importaba más de lo que el deseo por él le abrasaba desde el interior de su corazón “no seas tímida querida, es normal, están casados y pasará algún día, si no es hoy será pronto”, le había dicho Irasue antes de partir del lugar en donde se había realizado toda aquella fiesta.
Con la excusa perfecta de que se sentía algo acalorada, Rin dejó a un Sesshomaru en la sala para ella adentrarse a una de las recamaras que él había dispuesto sólo para ella.

Porque si de algo Rin estaba segura, es que Sesshomaru no la obligaría a nada y eso la tranquilizaba, pero… pero el deseo que ella sentía por el iba más allá de lo sentimental, era carnal y eso la abrumaba.

Frente al espejo de aquella habitación, Rin contemplaba su reflejo.
“Soy bonita, quizás si quiera pero…” pero, esa palabra la frenaba a explorar más allá de lo que conocía.

No era tonta, al fin y en cuentas sabía que Sesshomaru también la deseaba ¿Pero en qué pararía esto? Debía dejar de pensar menos en la situación y por al menos una vez, tomar las riendas en una decisión que era sólo de ella.

Muchos habían decidido ya por Rin, hasta pensaba en que alguien más decidiría sobre su cuerpo y por fin, destruirían su alma, su espíritu y arrojarían lo que quedara de ella a un profundo y siniestro abismo.

Está no era la ocasión, no era así y jamás lo sería. Al menos por una vez en su vida quería dejarse llevar, que importaba si al final las cosas no resultaban tal y como ella quería, sólo por un momento de su vida se permitiría ser una mujer que se deja llevar por la pasión desmedida y descontrolada.

Sin tapujos, sin presiones, sin el que dirán, sin que alguien la juzgue, por ello salió decidida de esa habitación con aquella bata de seda que se amoldaba perfectamente a su silueta, si él la rechazaba estaba bien tomaría su dignidad y se encerraría en su habitación y se recuperaría, si él aceptaba ya no había vuelta atrás.

Era lo que debía de hacer, aunque fuera apresurado, sin meditarlo y sin nada más que una esperanza que se encendía como la pequeña flama de una vela en medio de la adversidad, de la oscuridad.

Sesshomaru estaba en su recamara, recargado en el barandal de la terraza en donde el aire helado le llegaba a los pulmones, pensaba en la mujer que tenía cerca pero a la vez tan lejos.

MonsoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora