15. Los rastros de esa noche

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Rin yacía tan hermosa y perfecta bajo los ojos ambarinos de aquel hombre que la observaba desde el marco de la puerta, y no podía estar más extasiado con la vista: su cuerpo era cubierto por una sábana blanca, dejando ver uno de sus senos; su cabello negro estaba esparcido de una forma que parecía como si alguien se lo hubiera acomodado para tal vista.

Ella aún dormía, su pecho se alzaba ligeramente, mientras expulsaba el aire restante por su bonita boca, la cual estaba entre abierta y con los labios rosados e hinchados, ella aún conservaba el sonrojo en sus mejillas y nariz.

Era perfecta, hermosa, una diosa ante sus ojos pero… pero se sentía mal, muy mal. Y se arrepentía profundamente de haber estado con ella, pero no porque no la hubiera deseado, sino porque sentía que se había aprovechado del momento, a pesar de que fue consentido por ambos, en especial por Rin, pero aún así la culpa lo carcomía.

Él le había jurado que no le haría daño y lo hizo, que no la tocaría y así fue; el rastro de sangre en las sábanas indicaban que la había profanado aún y cuando se juró asimismo que no lo haría. No había marcha atrás, pero lo que peor le asentaba es el cómo se iba a sentir Rin.

Quizás y ella se arrepentiría, quizás ella lo mandaría al diablo, quizás ella le pediría que no la toque, que no se le acerque y que no le hable nunca más o sólo estaba exagerando, la culpa que sentía le comía el cerebro.

Tenía ganas de despertar a la hermosa silueta que estaba en la cama, pero temía que ella lo mirara horrorizada después de lo que había pasado y la cereza del pastel era que no había usado protección.

“No quiero que piense que abusé de ella” se dijo. Tan absorto en sus pensamientos estaba que no se dio cuenta cuando su esposa había despertado y lo miraba con una pequeña sonrisa, la cual se borró al ver el rostro que él tenía: afligido, serio y con el ceño fruncido.

Rin se sentó con dificultad, le dolía, y vaya que le dolía, lo observó por un momento pero él no daba ápice de darse cuenta “Se arrepintió”.

-Lo siento, no debí pedirte nada anoche- dijo mientras subía las sábanas para cubrirse los pechos y hundió su cabeza entre sus piernas. Estaba avergonzada, pero no arrepentida.

Sesshomaru frunció el ceño ante las palabras del Rin ¿Le pedía perdón? Pero ¿Cómo era posible? Ver a Rin así le causó una sensación extraña, ella no tenía que pedir perdón.

-Quien debería pedirte perdón soy yo, no debí aprovechar la situación, siento mucho lo que te hice Rin.

-¿Lo qué me hiciste?- volteó ella a verlo con los ojos llenos de lágrimas.

Sesshomaru sólo señaló a un lado de ella, y agachó la mirada. Rin volteó y vió la mancha de sangre en esas sábanas, no le sorprendió, no le dio miedo, no sintió nada. Era sólo la muestra de algo perdido y algo que él había ayudado y que por eso era aún más valioso.

-Pero eso es normal Sesshomaru, no entiendo el punto.

-No debí aprovechar la situación, no quiero que pienses eso.

-¿Cómo podría pensar que te aprovechaste de ello cuando fui yo quien te pidió que me… que me follaras?

Sesshomaru dio la vuelta y pegó la frente a la pared, pero no, Rin no se iba a quedar así. Se levantó aún con dificultad y fue hasta él y lo abrazo por la espalda, él se tensó al sentir los senos de Rin en su espalda.

-Deja de pensar en esas cosas, yo te lo pedí, está bien yo quería hacerlo, lo deseaba, quería que fuera contigo, que importan los medios, las circunstancias, está bien porque fuiste tú y nadie más.

Sesshomaru volteó y la miró, acarició una de sus mejillas, ella cerró los ojos ante el contacto y él se acercó para besar su frente, después la abrazo y ella correspondió.

MonsoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora