7. La matriarca de luto

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Habían pasado 12 años desde la muerte de su ex esposo, y aunque el matrimonio de ellos había terminado unos años después de haber tenido a su primogénito, le dolió la forma en que terminaron su gran amigo y la esposa de este.

Irasue Bielke por mucho tiempo se preguntó quién sería aquel jefe Yakuza que, si bien era un desconocido completamente para muchos, se había infiltrado hasta la más profunda célula del patrimonio de los Yanai.

Había llegado a una conclusión: el bastardo de Kumo tenía que ser alguien dentro del mundo de los negocios y bien conocido y aunque sigue firme de esta teoría, no ha podido dar con él… aún.

Su principal sospechoso era un hombre de 35 años el cual se llama Naraku Hishida, y el cual sigue siendo inversionista de las empresas de los Yanai, pero al obtener los resultados de la investigación que mandó a realizar, se percató de que el hombre había heredado una fortuna de su padre Onigumo Hishida, tenía una hermana desaparecida, estaba casado y tenía dos hijos.

En ese entonces Naraku debía de haber rondado los 23 años y estaba muy lejos de Japón cuando todo sucedió.

Era todo, el hombre estaba limpio así que no tenía ni la más mínima idea de quien pudiera ser. Realmente investigó a cada uno de los inversionistas, pero el resultado era el mismo: todos estaban limpios.

Al no tener más remedio, Irasue se tuvo que hacer cargo de las empresas y fundaciones, se encargó de su hijo y por su puesto que fue la tutora del joven Inuyasha.

Irasue siempre fue una mujer de semblante serio, a veces divertida y sarcástica, pero desde la muerte de Toga Yanai, algo había cambiado dentro de ella: los roles de responsabilidad que este le habían encomendado no eran cualquiera, además de cumplir el rol de albacea, debía de encontrar a aquella niña que con tanto decoro le había encargado antes de partir.

“En qué líos me metiste maldito perro, aunque me caías bien, debo admitir que es cansado el que me hayas dejado tantas responsabilidades, pero como te lo prometí, lo voy a cumplir."

Desde la muerte de su ex esposo y de la esposa de este, Irasue optó por tener un luto perpetuo. Aquella mujer vestía sólo de negro, ni un color más, algo que muchos han interpretado como una forma de guardarle amor y respeto a su ex marido.

Lo cierto es que la señor Bielke lo hacía sólo para guardar intacta la memoria de Toga, pero también para ella era un recordatorio diario de la encomienda de este, encomienda que si no hacía bien, también la llevaría a ella a la muerte.

¿Quién diablos era Kumo y que relación tenía con la pequeña de 8 años la cual aparentemente había fallecido en aquel fatídico incendio?

No lo sabía, no tenía ni la más mínima idea y eso era lo que más le frustraba y molestaba, Irasue no era de esas mujeres que se veían acorraladas ella siempre tenían solución a todo, pero encontrar a esa niña y sobre todo descubrir la identidad del maldito infeliz ese, era como buscar una aguja en un pajar.

Pero si ella no lograba descubrir quién era ese maldito hombre su hijo se encargaría, es por ello que decidió contarle la verdad a medias de la muerte de su padre.

Omitió muchos detalles sobre el deseso de Toga e Izayoi, aquellos que Sesshomaru no debía saber por cuestiones lógicas: no haría de su hijo un asesino, claro que el joven Yanai años después supo todo acerca del fatídico desenlace de su padre y su madrastra.

Irasue recordó cuando el comandante Kobayashi le informó sobre la muerte de Toga e Izayoi, aquel hombre le había dicho que debía de acudir de inmediatamente antes de que el asunto escalara con gravedad.

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