La poderosa hechicera de Kanay

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El camino de los perdidos

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-Capítulo 1-

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-La poderosa hechicera de Kanay-

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Héctor, Fredo y Grisease eran tres inseparables amigos que habían crecido juntos desde sus primeros años rodeados de tres de las familias más ricas de Demacia.

Avanzaron a pasos agigantados en la jerarquía del ejército de su nación y consiguieron hacerse con 3 de los más feroces y fuertes aliplatas demacianos.

Los amigos volaban lejos de Demacia ahora, con la excusa de una expedición de reconocimiento en terreno enemigo, jactándose de haber burlado a cientos de noxianos con sus veloces monturas, y ahora se dirigían a la península de Stonewall para un pequeño descanso en una región neutra.

Sus enormes aves hicieron un gran alboroto al aterrizar, asustando a los habitantes y demás animales de esa zona.

Sin importarles nada de esto, avanzaron por los caminos, creyéndose dueños de estos, hasta llegar a una taberna con un patio delantero lo suficientemente grande como para dejar a sus aliplatas allí.

Entraron al lugar anunciándose de la misma manera ruidosa a como lo hicieron sus aves en un principio. Reían escandalosamente y mencionaban a Noxus y como los habían superados entre burlas y risas.

—¡Cantinero! ¡Tres de las cervezas más fría que tenga!

El hombre detrás del bar se las sirvió, pero antes de que pudiera retirarse al resto de su labor, uno de los demacianos le tomó el brazo y lo obligó a quedarse.

—¡Y este parece un buen lugar! — anunció Héctor, dejando un par de monedas de plata en el mostrador para que el dueño lograra verlas—. Pasaremos la noche en una de sus habitaciones.

—Oh, lamento decirlo, pero esto no es una hostería propiamente dicha... tenemos pocas habitaciones aquí y todas están ocupadas ya, señor— explicó con lentitud y calma el hombre.

—¡¿Qué?!— preguntó Fredo, intercambiando el trago de cerveza por risas—¡¿Aquí?!

El demaciano dio una leve mirada, con la nariz bien parada, al lugar.

Solo había un par de viejos tomando algo en una mesa alejada, una persona delgada cubierta con un sobretodo que le cubría por completo la cabeza, apenas terminando un pequeño plato de sopa y una familia de 4 integrantes.

—Tenemos otros inquilinos afuera o ya en sus habitaciones y, como ya le expliqué, no nos especializamos por ser una hostería.

—Mejor para nosotros— volvió a hablar Héctor—. No queremos tener vecinos molestos en la demás habitación, así que... ¿Qué dice?

El soldado puso una moneda de oro en la mesa, pero el dueño levantó los ojos hacia él nuevamente.

—Lo lamento, señor, ya no tenemos lugar.

Grisease escupió de repente la bebida a un costado de la barra, mostrando una expresión de asco a sus compañeros.

—Esta es la peor cerveza que he probado en años.

—¿Ah sí? — preguntó uno de sus amigos.

—Sí, y si su cerveza es igual que su hospedaje entonces todo debe ser un servicio de mierda.

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