Pesadilla a bordo

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El camino de los perdidos

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-Capitulo 8-

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Pesadilla a bordo -

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Dione se despertó con la necesidad de ir al baño.

Se sentó en la pequeña cama de ese reducido compartimiento y contempló la posibilidad de aguantarse hasta que amaneciera.

La escotilla en lo alto de la habitación le indicaba que aún era de noche y por el silencio absoluto que rodeaba sus oídos, solo interrumpido por el crujir de la madera del barco y el sonido del mar afuera, le indicaba que aún faltaban unas cuantas horas para la actividad matinal.

Sus pies descalzos tocaron la fría madera y esta sensación acrecentó su necesidad de salir.

A poco menos de un metro se encontraba la otra cama, casi tan pequeña como la que ella ocupaba, dándole lo justo a las dos mujeres allí para acomodarse. Las contempló por unos segundos, convenciéndose de que estaban dormidas, y decidió hacer el menor ruido posible para no molestarles.

Caminó hasta la puerta y la abrió con cuidado, encontrándose ya del otro lado, en el pasillo frio de la nave.

Recordaba la ubicación de los baños, pasando ese pasillo y bajando una escalera angosta que conectaba con un suelo intermedio al fondo de la nave.

La oscuridad y la inmovilidad de todo por donde viera le hizo titubear sobre volver adentro, pero se convenció a ella misma para armarse de valor y comenzar a caminar.

La madera crujía bajo sus pies y pensó que en cualquier momento alguna de las puertas de ese pasillo se abriría para reclamarle por el ruido que estaba haciendo, pero no fue así.

Bajó los pocos escalones que la ponían en el nivel de la parte trasera y apresuró su paso, animada de ver que del baño salía una luz cálida.

El cuarto de baño era angostó y contaba con tres cabinas en uno de los costados apenas separadas por unas placas de maderas delgadas. Un espejo cuadrado y arruinado colgaba en la parte trasera y unos grifos al otro costado con algunos valdes de agua para el uso de higiene concluían la decoración.

Vio la lampara de mano apoyada en un cajón en la esquina de ese lugar y solo reparó en ella unos segundos antes de apurarse a entrar a la segunda cabina de baño.

Se sintió mas relajada luego de terminar con esa necesidad y salió para dirigirse directamente a los grifos y poder limpiar sus manos.

Solo entonces volvió a ver la lampara y se cuestionó su presencia.

La vela adentró estaba ya muy consumida y la cera se escapaba de los bordes, pero era imposible que alguien la hubiera dejado allí por mucho tiempo.

La idea de no encontrarse sola en el baño se le cruzó por la cabeza al mismo tiempo que la sensación de una presencia extraña e inquietante le llenaba el cuerpo.

Miró hacia las otras cabinas y la única que ahora se encontraba con su puerta cerrada era la continua a la pared del fondo. Dirigió su mirada a la parte bajo y apenas llegó a ver una sombra que se encogió tan lentamente hacia adentro que le hizo dudar de realmente haberla visto.

Pegó sus manos a la camiseta larga que llevaba puesta para que esta terminara de secar la humedad en sus dedos y palma, quedándose luego inmóvil al ver como la luz de la lampara temblaba sin explicación, pues estaban en un ambiente cerrado.

El camino de los perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora