El camino de los perdidos

La voz

-El camino de los perdidos-

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-Capitulo 9-

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-La voz-

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"—Ella es muy débil.

—Eso salta a la vista, pero es justamente por lo que la abandonaron y encargaron al aspecto de la luna.

—Ese también fue un error. Ya pasaron algunos años y no ha demostrado ningún talento para nada, aun cuando se le inculcó el voto de silencio.

—Su voluntad es tan débil como su cuerpo, no ha logrado guardar silencio como debe. Otros niños han demostrado mejores aptitudes a más temprana edad.

—Es verdad. No tiene lo que se necesita.

—Aunque... se defiende bien con el arco."

...

Lux disfrutaba del día soleado en la isla, viendo como los colores vivos de las frutas y las verduras que adornaban las tiendas cerca de la playa llamaban tanto su atención como el desearlas también llevarlas a la boca.

—¿No nos podemos quedar aquí un par de días, Kat?

—¡¿Crees que estamos de vacaciones o algo así?!

—Este lugar es hermoso y tan diferente a ese húmedo y sucio barco. Quedémonos un día más.

—Ese húmedo y sucio barco tiene un cronograma que cumplir, no se quedara en esta isla solo porque tú quieres unos días de playa.

—Si hablas con el capitán seguro podrás convencerlo.

—¡No hare algo como eso!

Dione caminaba cerca de las mujeres, también mirando con atención las tiendas y lo curioso que era tenerlas tan cerca del mar y la arena.

Coincidía internamente con Lux, deseando quedarse un poco mas de tiempo en esa brillante y cálida playa.

Pasaron cerca de una tienda de artesanías trabajadas con madera y bambú. Inmediatamente su atención se concentró en un pequeño arco para niños con una tanza de un blanco que contrastaba con la estructura de madera.

Se detuvo en su andar y ahora juntaba su dedo meñique y anular con los dedos de madera en su mano derecha, aun sin poderse acostumbrar a ese cambio en su extremidad.

El encargado del lugar vio el interés en la niña, creyéndola una compradora en potencia, y se acercó a ella con una sonrisa, estirando su mano y alcanzando el arco para presentárselo más de cerca.

—Es un arco muy bueno para principiantes— comenzó el hombre, poniéndolo en el mostrador exterior que tenía.

Dione sonrió apenas, sabiendo que el tipo mentía. Había pasado tantos años estudiando los arcos y las flechas, que el que le mostraba ahora le parecía por mucho el peor de todo ellos.

—Pruébalo y veras lo cómodo que es, no tanto como su precio, pero... podemos llegar a un acuerdo.

Dejó de jugar con los dedos en su mano y se quedó quieta. Decidió tomar con la mano izquierda el arco, más por la insistencia del hombre que por verdadero deseo.

El recuerdo de su arma, de madera y hueso, claro en su mayoría y con la tanza negra, adornada por unas plumas blancas que ella misma encontró en el monte, le golpeó tan vívidamente que por unos segundos creyó que lo tenia de nuevo en sus manos.