Compañeras

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Nota del autor: 

Tomen, dos capítulos seguidos solo porque estoy feliz y quiero que tambien lo esten.

Somos campeones mundiales.

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El camino de los perdidos

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-Capítulo 2-

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-Compañeras-

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Lux se despertó realmente temprano esa mañana. El sol no asomaba del todo y hacia que los colores en el porche fueran aún demasiado grises.

Desde donde estaba pudo distinguir a alguien durmiendo en el establo a un costado de la casa y se acercó allí. Comprobó lo que necesitaba y luego cargó un balde de agua.

Katarina recibió todo el contenido, haciendo que se pusiera de pie de un solo brinco y encarara con odio al causante de su extrañó e incómodo despertar.

—¡¿Qué demonios te pasa?!

La voz molesta se dejó escuchar con claridad en esa mañana tan quieta que inclusive las aves que descansaban cerca dejaron su lugar y emprendieron vuelo.

Lux la miró tranquila, sin ninguna expresión reservada en su rostro para ella, dejando el balde a un lado y poniendo una de sus manos en la cintura para estar más cómoda.

—¡Me vale tres hectáreas de mierda que estes molesta! ¡Esa no es forma de despertarme!

—Ni siquiera deberías intentar dormir en el establo.

—¡Oh! ¡Oh! ¡Perdón, su majestad! ¡¿Estoy acaso molestando a su finísimo corcel?!

Lux miró a Cacao a un costado, quien parecía entretenido por la escena.

—No lo veo muy feliz, si te soy sincera.

—¡El estúpido caballo tampoco me importa! ¡Me tiraste fuera de la casa! ¡¿Qué se supone que hiciera?!

—Te merecías peor.

—¡Y probablemente tengas razón! ¡Así que hagamos esto fácil y rápido! ¡¿Qué demonios quieres que hagas?!

—Dime toda la verdad, para empezar.

—¡¿La verdad de qué?! ¡Ya sabes la verdad!

—¿Qué tanto tuviste que ver con el maltrato de esa chica?

—¡No le toque un solo pelo, pero tampoco evite que se los arrancaran!

Lux se quedó en silencio, mirándola ahora molesta.

—Experimentaron con ella, sí, la torturaron, que terrible, pero si te soy honesta no es ni la mitad de cosas que podría haber sufrido a mano de los noxianos.

—Me consta que hacen cosas curiosas con sus cautivos, sí.

—¡Esto no es lo mismo! — la cortó de inmediato, sabiendo a que se refería—. Ella no estaba a mi cargo ¿De acuerdo?

—¿De que estabas a cargo tú?

—De nada que competiera a esa niña. Yo debía cuidar y encargarme de otras cosas.

—¿Y por qué la trajiste?

—¡Esa es una buena pregunta, para variar!

—¿No lo sabes?

El camino de los perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora