𝓛á𝓰𝓻𝓲𝓶𝓪𝓼

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Sentí algo pesado en mi cuello, mi cabeza daba vueltas y tenía frío. Al abrir los ojos y acostumbrarme a la claridad ví a la famosa "Araña" haciendo cucharita conmigo...claro, ayer.
Nunca más volveré a tomar vino cerca de este pibe. Suavemente me despegué de él y fui al baño, hice mis necesidades, como un buen gesto fui a preparar el desayuno, una vez con la bandeja llena de cosas ricas y el mate fui a la cama.

-"Ju..juli..."

Lo zamarreó un poco para que se despierte, cosa que no funcionó, así que me dispuse a tomar mate sola y ver mi celular, instagram, twitter y por último whatsapp.

-"Mmh...¿qué hora es..?"

La voz ronca de Julián me sacó de mi tiempo de ocio.

-"11:30 A.M, sábado en la ciudad que no descansa nunca"

-"Hace tanto que no me levanto tarde un sábado..."

-"En River no teníamos sábados prácticamente y después siempre partido el domingo..."

-"Si...que linda época loco..."

Suspiré nostálgica y tomé un mate, Juli se fue al baño y al volver se sentó a mi lado, para ahora sí, desayunar juntos.

-"Perdón si te ilusione ayer, pensé que podría..."

-"Ya esta...esta bien, no siempre se puede tener sexo casual"

-"Si...aparte estaba re en pedo, iba a estar horrible..."

-"Cállate...vos nunca estuviste horrible..."

Sabía si me quedaba medio segundo más, se iría todo a la mierda, tener a Julián cerca mío significaba que mis hormonas tomen control sobre mí.

-"Tengo que irme Juli...tengo que hacer una planificaciones...pero nos vemos el lunes...gracias por todo..."

El cordobés asintió y me dijo que no pasaba nada. Dicho esto agarré mis cosas y partí para mi departamento, luego de usar el baño para cambiarme. Al llegar a mi departamento, fui directo a bañarme para sentarme a planear algunas rutinas y hacer las estadísticas de estas tres semanas. Una tarde de darle duro y parejo al laburo, decidí pedir unas pizzas para cenar.

Estaba ya en mi balcón cenando en cierta armonía, mi balcón siempre me daba las vibras que necesitaba. Escuché el celular y atendí sin mirar, antes de hablar pude escuchar su voz, quebrada, sabía que estaba llorando. A medida de que él abría su corazón, el mío se comprimia, no les voy a mentir que tenía ganas de traspasar la pantalla y encajar el beso más pasional que puede haber en la faz de la tierra, pero no...no podía perdonarlo así de la nada...mi yo de 15 me odiaría.


Corté la llamada y sentí como las lágrimas caían por mis mejillas. Ya no sabía qué hacer.

Odia ser tan indecisa, insegura y estúpidamente débil cuando se trata de él.

𝓛𝓪𝓫𝓲𝓸𝓼 𝓻𝓸𝓽𝓸𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora