Capítulo 2

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5 Años después, Rhaelys y Rhaenyra eran inseparables, como uña y carne, aunque está última también lo era con la hija de la mano derecha de su padre, Alicent Hightower, cosa que no le gustaba a la pequeña porque acaparaba toda su atención y un sexto sentido le susurraba en el oído que no confiara en ella.

Rhaelys era muy apegada a su padre, puesto que era la persona más cercana a ella a causa de los murmullos de la gente que escuchaba mientras caminaba por el castillo. A pesar de su corta edad, ella sabía que la causa de esto eran por haber salido diferente a un Targaryen. No tenía el cabello de un blanco platinado como los caracterizaba, pero su gran mechón en la parte delantera de la cabeza le hacía saber que portaba sangre de dragón en sus venas. 

Tenía unas características un tanto extrañas, era como una mezcla física de su padre y la que ella suponía también de su madre, puesto no haberla conocido, Viserys nunca la dejó sin saber de ella.

Alicent, la amiga de su medio hermana, era una de las que murmuraba cuando Rhaenerys no estaba delante, a causa de la incitación de su padre Otto, sabía que este la portaba por mal camino.

Viserys no perdió su tiempo y decidió que por muy pequeña que fuera le enseñaría todos los grimorios de su madre que se encontraban en la sala de los libros, más específicamente en el lugar privado del Rey.

- Mi pequeña amazona, es hora de que empieces a aprender sobre la familia de tu madre.- le dijo el Rey Viserys dándole uno de los libros que se encontraban allí.

Rhaenys asintió cogiéndolo, en lo que escuchó una pequeña voz susurrante que la llamaba y la incitaba a acercarse. Esta dirigió la cabeza al lugar que se suponía que escuchaba esa voz, dejándole ver un libro un tanto antiguo y desgastado, el cual se encontraba cubierto por una caja de cristal.

Rhaenys frunció su pequeña frente y lo señaló mirando con cara de confusión a su padre.

- ¿Porqué ese libro está dentro de una caja y no donde están los demás padre?- preguntó la pequeña.

- Ese es un grimorio especial, tu madre siempre me dijo que quien lo usara se volvería muy poderoso, por lo tanto decidimos que no podía caer en malas manos y lo cubrimos para que nadie pudiera cogerlo

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- Ese es un grimorio especial, tu madre siempre me dijo que quien lo usara se volvería muy poderoso, por lo tanto decidimos que no podía caer en malas manos y lo cubrimos para que nadie pudiera cogerlo.- le contestó a la pregunta.

- ¿Algún día podre leerlo padre?- le dijo mirándolo haciendo un puchero con sus pequeños labios.

- Tu madre me dijo que solo el ser destinado a él podrá, así que tal vez debamos esperar a que crezcas un poco más pequeña.- le contestó con una pequeña sonrisa.- Ahora cariño, ves con Rhaenyra a la sala de enseñanzas, os toca clase de Valyrio.

Rhaelys salió corriendo, le encantaba el alto valyrio a pesar de no tener un dragón con el cual practicarlo. Lo que no sabía es que Viserys pensaba llevarla a Pozo Dragón a verla a ver a Vermithor, el dragón que la llamó cuando nació y del cual Viserys tenía sospecha que la había reclamado como jinete.

Durante la clase se notaba que la pequeña Rhaelys tenía un buen dominio en los idiomas, ya que a parte de aprender el alto valyrio también tuvo que aprender el extraño lenguaje de los grimorios.

Durante la clase se notaba que la pequeña Rhaelys tenía un buen dominio en los idiomas, ya que a parte de aprender el alto valyrio también tuvo que aprender el extraño lenguaje de los grimorios

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Después de las clases, el Rey Viserys junto a sus hijas se acercaron a Pozo Dragón para ver a los dragones y enseñárselos a la pequeña Rhaelys que nunca los había visto de cerca. Su hermana Rhaenyra le hablaba de Syrax, la dragona que con la que conectó he hizo su jinete. Estaba muy emocionada de que la pequeña porfin pudiera conocer a su dragón y a los demás dragones de allí.

Mientras Rhaenyra fue corriendo a ver a Syrax, Viserys decidió llevarla a travñes de todos los dragones hasta llegar con Vermithor.

Rhaelys, la cual caminaba a 2 metros de distancia de su padre por delante de él admirando a todos los dragones no se dio cuenta de que al pasar por delante de ellos estos agachaban la cabeza en signo de respeto.

Viserys se sorprendió, puesto que los dragones nada más mostraban respeto a sus jinetes.

El Rey aceleró el paso hasta llegar al lado de su hija para pararla antes de entrar al lugar en el que se encontraba uno de los dragones más peligrosos y por el cual se encontraban allí.

- Antes que nada, quiero que sepas mi pequeña amazona, que este dragón que vas a ver es muy peligroso, por lo tanto mantente a mi lado y no te acerques mucho a él.- le explicó su padre.

Rhaelys asintió y cogió la mano que su padre le ofreció para ir entrando a aquel lugar. Mientras iban acercándose, Viserys empezó a cantar en Valyrio para que el dragón supiera que iban en son de paz.

- "Drakari pykiros, Tīkummo jemiros, Yn lantyz bartossa, Saelot vāedis, Hen ñuhā elēnī: Perzyssy vestretis, Se gēlȳn irūdaks, Ānogrose, Perzyro udrȳssi, Ezīmptos laehossi, Hārossa letagon, Aōt vāedan, Hae mērot gierūli: Se hāros bartossi, Prūmȳsa sōvīli, Gevī dāerī" («Respiro de fuego, líder alado, pero con dos cabezas y un tercer canto. De mi voz: los fuegos han hablado y el precio se ha pagado con magia de sangre. Con palabras de llama, con ojos claros para unir los tres a ti canto. Como uno nos reunimos y con tres cabezas volaremos como estábamos destinados, de forma maravillosa, libres».)

Rhaelys miraba maravillada a su padre cantar y observaba el lugar maravillada.

Conforme iban avanzando, la pequeña podía observar unos ojos como estanques de bronce fundido observarla a ella y unas escamas asomarse de color bronce y canela.

Al acabar la canción, Viserys se paro junto a su hija en frente del dragón, pero este se encontraba observando solo a la pequeña Rhaelys.

Vermithor agacho la cabeza e intento reducir su tamaño para acercarse poco a poco a la niña. Viserys al ver que no iba atacar la dejó acercarse.

Rhaelys levantó su pequeña mano para dejarla sobre el hocico del que sería su primer dragón y Vermithor cerro los ojos por unos segundos.

Lo que no vió el Rey fue cuando jinete y dragón conectaron sus ojos y los de su pequeña niña empezaban a brillar en un tono amarillo anaranjado.

Después de algunas horas salieron del lugar y cuando este se encontró abandonado de cualquiera que se encontraba anteriormente allí, se empezó a escuchar un ruido extraño que hacía saber que no provenía de ningún dragón.

La sala de las velas se volvió a apagar y se iluminó de un todo amarillo anaranjado.

Allí se encontraba el cráneo de Balerion, el Terror Negro, con las cuencas vacías en donde se suponía que deberían estar sus ojos, brillando con aquellos colores.

Otto, desde la distancia, pudo observar todos los hechos que habían ocurrido y sabía, que en un futuro, esa pequeña criatura iba a ser un gran problema para sus más grandes planes.

La bastarda del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora