No fue un descuido.🌺

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En un pueblo alejado de la cuidad, cómo todas las mañanas un joven de cabello negro, una piel como la porcelana y un hermoso par de ojos azules comenzaba su labor diaria, tomar los primeros rayos del sol, aquellos que son tan cálidos y nutren se frágil cuerpo.
se sentó en aquella silla mecedora rodeada de pequeños arbustos en flor, se apoyo en el respaldo de esta, cerrando sus ojos para disfrutar de aquello tan necesario en su día a día.

Las personas del pueblo que a esa hora de la mañana pasaban por frente a su pequeño pero hermoso hogar, lo quedaban mirando con ternura y una gran sonrisa en sus rostros.

-¡Takemichi, pequeño no olvides de comer bien!- hablo una anciana que se quedó mirándolo desde el pequeño portón de madera Takemichi abrió sus ojos al escucharla para darle una sonrisa.

-Si abuela Naru, no lo he olvidado, gracias.- contesto para apoyarse nuevamente en el respaldo de la mecedora.

Todos, cuidan y adoran a Takemichi aquel joven que vive solo desde que sus padres fallecieron en un accidente cuando el apenas tenía 8 años y se han hecho cargo de guiarlo por el camino del bien, siendo un joven alegre y sin una pisca de maldad en su ser; un grupo de jóvenes que transitaba en bicicleta, se detuvo a una distancia de aquel portón y comenzaron a lanzarle piedras.

vete!"
largo de aquí, fenómeno!"
¡"asustas a la gente monstruo!"

comenzaron a gritarle, haciendo que las personas que pasaban cerca mirarán la escena. Takemichi se cubría para evitar que alguna piedra que ellos lanzaban le llegara, se levantó y corrió hacia su hogar a ocultarse de aquellos que lo estaban lastimando. Un grupo de adulto se acercó donde los jóvenes que al verse rodeados, tomaron sus bicicletas para irse del lugar.

Aproximadamente hace un mes varias familias habían llegado al pueblo, con sus hijos, que al enterarse de la existencia de Takemichi y su condición comenzaron a hostigarlo, insultaron incluso agredirlo a él y su hogar. Para aquellas familias el solo nombre del chico les causaba asco, pero claro que cuando estaban enfermos o necesitaban algo recurría al ojiazul sin pensarlo.

El problema no era en si Takemichi cómo persona, sino más bien su condición única que lo hacía verse diferente, ya que el es un Florista, aquel ser único.
En sus manos nacen flores, bellas y hermosas Gardenias azules que son producidas gracias a su felicidad y amor que le entregan las personas que lo aman, pero no solo eso Takemichi gracias a su condición única puede crear a su antojo distintas flores y no solo esos aquellas que son medicinales que ayudan a todos, esa es la razón por la cual todos los ancianos del pueblo junto a sus familias quieren a Takemichi, solo que mucho no entienden lo valioso que el es para todos.

Takemichi, se refugiaba en su hogar observando por el ventanal como las personas miraban por dónde aquellos jóvenes se fueron "que daño les eh hecho" pensaba Takemichi que veía su brazo sangrar al haber recibido una piedra en él -Esto hará que no pueda crear las flores para Himeko- murmuró apenado, camino hacia el baño buscando el botiquín de emergencia y curar la herida; el sonido de su puerta principal llamo su atención.

-Take cariño, ¿Te encuentras bien?- la voz joven de una mujer la cual alegro la vida del chico.

-¡Sí, Yuzuha! Espérame un poco y voy a abrir.- contesto, apurándose para vendar la herida e ir con su amiga de infancia; al terminar y fue corriendo tropezando con algunas cosas pero son caer; desde el exterior la chica escuchaba los pasos y tropezones de su amigo, movía su cabeza por inercia al pensar en como podía caer su amigo, el sonido de las manillas moverse para abrir la puerta hizo que quedará viendo al ojiazul.

-creo que debemos ordenar tus cosas, para que no te tropieces- comentó entre risas, provocando una risa nerviosa en Takemichi.

-Sí, creo que tienes razón, Yuzu- respondió, haciéndose a un lado para que su amiga entrara.

𝑸𝒖𝒆𝒓𝒊𝒅𝒂 𝑭𝒍𝒐𝒓 [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora