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Último

Un año ha pasado desde que los acereros ganaron el Súper Bowl y, aunque en la siguiente temporada no pudieron lograrlo, Lucas no se siente triste ni deprimido. Sigue siendo el mejor mariscal de la liga que es el novio del mejor defensivo de la historia y eso es suficiente para él. Sabe que aún le queda un largo camino para acumular más trofeos pues su carrera está lejos de terminar.

Después de besar a Tyler en televisión nacional durante su celebración de victoria en el gran Súper Bowl, la vida había seguido. Las cosas no habían cambiado demasiado, no había sido un final mágico como en las películas donde el mundo se daba cuenta de lo mal que estaba su forma de pensar y de pronto todos lo amaban y aceptaban.

Había días buenos. Días cuando a Lucas le importaba un bledo lo que los medios dijeran sobre ellos y tomaba la mano de Tyler en la calle o lo abrazaba por la cintura. No le importaba si los miraban cuando se besaban o cuando se reían muy alto en un restaurante. A Lucas le parecía incluso divertida la reacción de la gente y en una ocasión le apretó el trasero al defensivo cuando un reportero los estaba fotografiando. Los dos se rieron hasta que les dolió el estómago cuando esa foto estaba en la portada de una revista.
Luego venían los días malos, cuando esa parte de Navarro a la que aún le importaba lo que decían le picaba la cabeza y causaba crisis de ansiedad. Días en los que el mariscal no quería salir de la casa, no quería ver a nadie y se aislaba de todos excepto de Tyler. Eran en esos días cuando se iban a la cabaña en el bosque y se quedaban apartados de todo.
Rivera le preguntó una noche, en el tono más suave que puedo, si quería ir a terapia.

-No me mal entiendas, Lu -dijo mientras tomaba su mano-, yo te amo tal y como eres. Siempre lo he hecho y siempre lo voy a hacer y ojalá yo pudiera ayudarte. Daría lo que fuera por poder hacerlo, pero el amor no es suficiente para curarte.

Lucas asintió, porque era verdad. Y él estaba tan cansado de vivir con miedo de todo, cansado de no poder dormir, de no poder dejar de pensar. De sentirse decaído de pronto y sin ninguna razón. Pudo decirle a Tyler que incluso tenía miedo de ir a terapia.

-¿Y si me dicen que estoy exagerando? ¿Qué pasa si me dicen que toda la gente vive así? ¿Y si me dicen que solo quiero llamar la atención porque en realidad no es tan malo?

El mismo entendió que esas preguntas eran una señal de que necesitaba ayuda y aceptarlo no fue algo sencillo, pero era el primer paso para lograr un cambio. El 46 prometió estar con él durante todo el proceso, sin importar cuánto tiempo tardara. Así que Lucas comenzó su tratamiento. Iba a terapia y tomaba una dosis baja de medicamentos. Había aprendido también a comunicar lo que sentía, a decirle a Tyler cuando comenzaba a desarrollar una crisis y así el defensivo podía ayudarle a detenerla o si estaba por entrar a un episodio depresivo, ambos sabían cómo lidiar con ello.
Lucas estaba aprendiendo que él no estaba roto, que no estaba incompleto. No era sencillo, pero el 46 se encargaba de decírselo todos los días. Le recordaba lo maravilloso y especial que era y lo afortunado que se sentía de estar con él y Navarro nunca antes se sintió tan valorado ni tan deseado.

La gente seguía hablando de ellos, los medios aún los perseguían, pero al menos nadie los atacaba o amenazaba en especial después de lo sucedido con Raymon. Lucas no quería hacer nada al respecto porque al día siguiente de su victoria, él estaba en la primera plana de todos los periódicos alzando el trofeo en lo más alto, usando una playera que decía Champions. La noticia de su familia quedó rezagada en una pequeña columna al fondo de los periódicos. Si la leyó, aunque Tyler le dijo que era mejor que no lo hiciera. Hablaban de cómo su mamá y su hermana habían muerto en un acto homofóbico, pero de alguna forma insinuaban que la culpa había sido de Donna y Marley por ser un matrimonio homosexual. Incluso insinuaban que quizá Lucas era gay porque lo habían convertido en eso.
Lloró porque no pudo evitarlo. El recuerdo de Donna y Jess se resumía a eso. No importaba que maravillosas habían sido en vida, lo especiales que eran, el cómo Donna tenía un ligero ronquido al reírse mucho o la forma en que Jess sacaba la punta de la lengua entre sus labios cuando estaba concentrada en algo. Toda su vida se había resumido en unos cuantos renglones. Rivera lo abrazó todo el tiempo que fue necesario y le prometió que las cosas no se iban a quedar así. Lucas dijo que no le importaba, pero el 46 insistió.

Tiempo Fuera [Secuela Medio Tiempo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora