A este lado de mi cuerpo.

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    A este lado de mi cuerpo 

mi cerebro aún funciona.

El otro lado apenas lo domino,

este lado aún no me abandona.

      A este lado de mi cuerpo contemplo, 

más allá de mis piernas noctívagas, temblorosas,

más allá de las sábanas y sus corazones voladores,

el caos que resume mi existencia,

un horizonte repleto de libros y cachivaches que se agolpan,

curiosos e inservibles.

     Un cargador de mecheros que se asoma

junto al sifón azul que aún conserva 

algunas pocas gotas.

     El cuadro con la foto de mi hermana.

     El botijo madridista, regalo de algún vecino

la lechuza de alabastro que no vuela ni llora;

la tetera moruna enrobinada.

     Adornos navideños que este año

no sé si colocarlos, como estrofas

de un poema sin orden ni sentido.

     Una cruz de bronce, un icono oriental,

tierra del Huerto de los Olivos, la Virgen Dolorosa,

carpetas, más carpetas, y el vasto album de fotos

de mis sombras.

     El puente romano de Cangas, otro icono,

el Arca de la Alianza, vaya cosa, 

cargada por los hijos de Leví. 

    Mis Cds, apilados, remezclados, 

música muda y sorda.

Los discos más antiguos y los nuevos,

los éxitos de mis padres y los que nunca he bailado.

     La impresora, cual bestia silenciosa, 

parece contemplarme a la espera 

de que le dé trabajo. 

     Y un cenicero, y una vela roja,

el fósil que me trajo mi tío de Palencia,

la Biblia, un monedero, la metopa 

con el escudo de un pueblo que visité una tarde.

     Un ajedrez huerfanísimo,

como un campo de batalla con las tropas

que no tienen estratega,

reyes sin reino, junto al cenicero.

     Mi apellido primero, enmarcado,

 Llaurens, casa noble, vaya cosa,

apenas conocido en algún rincón de Cataluña.

     Y la caja de herramientas 

de mi vida coja,

acumula robín de nunca usarla,

y un silencio que cuelga de una lámpara de bolas

que se encienden cuando quieren,

cuando a ella se le antoja.

      Un sillón, una mesa, y una cama,

una silla, un armario con la ropa,

y mi cuerpo que tiembla como un gato

en la tormenta, en la niebla, en mi congoja.

      A este lado de mi cuerpo

mi cerebro aún funciona.

El otro lado apenas lo domino,

este lado aún no me abandona.


Entre la tierra y el cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora