PUEDES ayudarme con las bebidas —dijo Maggie más tarde mientras esperaba que llegaran los primeros invitados. Habían colocado en una mesa larga todos los platos fríos y varias ensaladas. Todo ofrecía un aspecto estupendo. Maggie llevó a cabo con Anahí, lo que ella llamaba un «trabajo de rescate». Le cepilló bien el pelo y le maquilló el rostro. El apartamento estaba inmaculado y las muchachas se sintieron orgullosas al ver todo ordenado y limpio.
Anahí se miró en el espejo y su aspecto atractivo la izo adoptar una expresión burlona. Exteriormente estaba bien. Nadie adivinaría lo que sentía en su interior, ya se
encargaría ella de eso.
Se oyó el timbre de la puerta y Maggie sonrió:
— ¡Comenzó la guerra!
Anahí conocía a los recién llegados y hubo ruidosas exclamaciones de sorpresa y placer. Hizo un breve resumen de su vida, durante los últimos dos años, pero no mencionó el aborto y se esforzó por parecer alegre y feliz.
Una hora después la habitación estaba llena, el ambiente estaba cargado por el humo y animado por las voces y la música. Anahí circulaba con alimentos y bebidas, sonreía, charlaba. Había repetido varias veces lo mismo y su charla tenía una brillantez que disfrazaba las verdades ocultas. Las personas preguntaban lo mismo y aceptaban las mismas respuestas. Todo comenzaba a sonar tan bien, que ella misma lo creyó.
Entró a la pequeña cocina en busca de nuevas provisiones y hurgaba en un armario con la cabeza en el interior, cuando unas manos le rodearon la cintura y la hicieron gritar.
— ¡Te pesqué! —dijo una voz tan familiar que el corazón le dio un vuelco. Se volvió con los ojos abiertos de par en par, riendo. -¡Jake!
— Rata asquerosa — le dijo con su voz de pato y le apretó la cintura con las manos.
— ¡Jake! —volvía a repetir y no encontró nada más que decir porque su expresión de alegría no precisaba palabras. Ver a Maggie fue maravilloso, pero a pesar de que ella y Maggie se llevaban muy bien, Jake había sido su amigo más íntimo y su aliado en todas las ocasiones.
—¿Te casarías con Freddie, verdad? —le preguntó y ella le miró asombrada, pero luego rió, porque recordó que era un fragmento de Pigmalion—. Planeaba volar de regreso de Estados Unidos y cometer un silencioso asesinato, pero decidí sonreír y aguantarme si a quien realmente querías era a Alfonso Herrera.
—Llegaste a la cima, Jake —dijo felicitándolo.
-A la cima del mundo, ¡bah! -dijo con ligereza. Siempre le apasionó James Cagney. Pasaron muchas veladas en el National Film Theatre viendo viejas películas y comiendo palomitas y cacahuetes. Alfonso jamás hubiera resistido ver el tipo de cintas que a ella y Jake le gustaban. A él, le gustaban las cosas intelectuales, Chejov, Ibsen. Eso le recordó algo y miró a Jake.
ESTÁS LEYENDO
CELOS QUE MATAN
Romance[ACLARACIÓN: ESTA HISTORIA ESUNA ADAPTACIÓN, TODOS LOS DERESCHOS RESERVADOS A SU AUTORA ORIGINAL] ¿Cómo era posible que la pasión compartida en los primeros meses de su matrimonio se convirtiera de pronto en un frío resentimiento? Poco tiempo despué...