CENARON con Jean y Bob Eddows como tenían pensado y la velada resultó muy agradable. Alfonso era encantador cuando se lo proponía y Jean conversaba con animación sentada a su lado. Anahí lo observaba en secreto y admiraba la firmeza de sus facciones, las pobladas cejas negras que con ligero movimiento podían demostrar desdén, furia, frialdad; la forma y profundidad de sus ojos grises, la larga nariz y debajo, la línea de su boca, en ese momento relajada, sonriente, pero que en un segundo podía volverse salvaje, herir y exaltarse al besarla.
Bob lo llevó a ver la nueva mesa de billar que había instalado en el sótano de la casa victoriana y Jean los vio irse con un suspiro.
—Tu marido es todo un hombre.
-Gracias —dijo Anahí sonriendo-. También el tuyo. Jean puso una cara amorosa.
—Oh, Bob es muy dulce y lo amo, pero para ser franca, Anahí... Alfonso es muy atractivo! A todas las mujeres les gusta soñar en ocasiones y ese hombre tuyo es un sueño... ¿Cómo está con la toga y la peluca? Apuesto a que irresistible.
No, pensó Anahí. En el juzgado, Alfonso parecía peligroso; un enemigo despiadado de facciones duras como la piedra y una lengua cruel cuando acusaba a sus víctimas. A ella no le gustaría encontrarse en el banquillo de los acusados. Ya era bastante duro cuando en su casa se ponía de mal humor.
Seguía atemorizada. Se sentía inferior frente a esa fuerte personalidad. De vez en cuando, todavía irradiaba de su persona una amarga hostilidad y ella casi perdía la paciencia ante su tono mordaz. Tenía que hacer acopio de toda su voluntad para contener los insultos que la venían a la mente.
Vivía en un continuo estado de alerta, actuaba con amabilidad, se cuidaban uno al otro, pero cuando sonaba el teléfono, lo veía entrecerrar los ojos receloso y cuando recogía la correspondencia diaria, notaba la mirada observadora. No había apartado a Jake de la mente y estaba seguro de que ella tampoco. Aunque no habían vuelto a saber de Jake, Anahí sabía que éste no estaba sufriendo amargamente por ella.
Cuando Alfonso le comunicó que tenía que ir una semana a Leicester para llevar la defensa de un caso importante, trató de no cambiar de expresión porque era muy consciente de que la observaba.
—¿Estarás bien?
—Sí —dijo con cautela—, por supuesto.
Durante su ausencia fue a Londres a ver a Maggie. Había retrasado la visita porque no la deseaba y cuando Maggie abrió la puerta del apartamento, la miró enfadada. Anahí se detuvo indecisa.
—Vamos, entra —dijo Maggie con severidad, pero no podía guardarle rencor. El afecto que le tenía a Anahí surgió al cabo de unos momentos.
—¿Por qué? —preguntó sin embargo—. Anahí, ¿porqué lo hiciste?
—Es mi marido.
—Pero casi te vuelve loca. ¿Regresaste para que pudiera lograrlo? Anahí pensó que todavía podía suceder, pero dijo en voz alta:
-Pobre Alfonso, realmente le tienes manía ¿verdad?
—¿Y qué pasa con Jake?
—Jake sobrevivirá —dijo Anahí con cierto humor—. Sabe cómo hacerlo, Maggie.
—Anahí, no sabes que Jake...
Anahí no podía permitir que lo dijera, por lo que agregó con rapidez:
—Conozco a Jake tan bien como tú, Maggie y sé que estará bien.
— Estás loca —dijo Maggie furibunda—. Alfonso Herrera es un sinvergüenza frío y arrogante y lo sabes, no sé qué ves en él.
—Le amo.
— ¡Oh, Aní, a veces me haces enfadar tanto! Anahí se rió.
—Lo siento, Maggie. Sabía lo que me esperaba cuando regresé a su lado. No es fácil vivir con Alfonso... pero es más difícil vivir sin él Podría abandonarlo ahora pero no pasaría mucho tiempo antes de que estuviera de rodillas de nuevo a su lado, porque sé muy bien que no puedo vivir sin él.
Maggie tuvo que creerle pero no la entendía.
—Eres una tonta. Jake vale más que diez Alfonsos.
Anahí desvió la mirada y cambió de tema. No podía dejar que Maggie le hablara de Jake; nunca se pondrían de acuerdo sobre el tema. Pero Maggie no regateaba esfuerzo por reunirlos, porque sin que lo notara Anahí, debió llamarle, avisándole, ya que por una aparente coincidencia, llegó en el momento que salían a comer y por la cara de su amiga supo muy bien que le había telefoneado.
Sin embargo hizo como que no lo notaba.
— ¡Hola, Jake! —dijo con toda calma. El la miró burlón.
—Anahí, ¡qué alegría encontrarte!
Fue a comer con ellas y tal vez un extraño no hubiera percibido la tensión oculta porque los tres actuaban como locos, hablaban con ligereza y alegría y reían a carcajadas.
—Déjame y lleva a Anahí a la estación a coger el tren --dijo Maggie y Jake asintió.
Sin embargo, no la llevó a la estación. Tomó un camino por uno de los puentes de Londres donde se veía el cielo azul, Al cabo de un rato, Anahí preguntó cautelosa.
—¿A dónde me llevas, Jake?
—A tu casa.
—No seas absurdo, puedo tomar el tren.
—Tengo ganas de dar un paseo. Dijiste que Alfonso está ausente, así que no debes tener prisa en regresar.
—No es una buena idea —dijo nerviosa.
El no contestó, siguió conduciendo y ella no tuvo ganas de discutir con él, así que se quedó callada.
—¿Cómo van las cosas? —le preguntó mientras se alejaban de los suburbios de Londres.
-Bien—mintió ella. Él la miró burlón.
—Querida, vuelve a decirlo de nuevo con más convicción. Creo que puedes actuar bastante mejor, Anahí.
—Bestia —le dijo ella riendo porque Jake siempre la había hecho reír, tenía una
cara muy cómica debajo de esas espesas cejas.
—¿Está celoso de mí? —preguntó Jake y ella suspiró. Él la volvió a mirar con ojos penetrantes.
—Está enfermo de celos, ¿verdad? Lo noté cuando fui a verte el ¡.otro día. No le gusta la idea de que hagas la serie, ¿o sí?
-No.
—Le gustará mucho menos cuando vea los guiones -dijo Jake con malicia.
¿Por qué? — le preguntó ansiosa.
— Una de las escenas de amor quema el papel en que está escrita -dijo con alegría.
—Oh, Dios -dijo sobresaltada.
—La espero con ansia —dijo Jake sonriendo. Anahí le dirigió una mirada furiosa.
—Maggie tiene una teoría acerca de él -le contó Jake-. Piensa que siente que el haberse casado con una actriz está por debajo de su dignidad y trató de apartarte de todos nosotros para enterrar el recuerdo.
Anahí había oído a Maggie hablar sobre Alfonso y no quería saber más de sus teorías.
—No conoces a Alfonso.
—¿Me tiene miedo, verdad? -preguntó Jake con indiferencia.
—¿Por qué dices eso? —dijo tensa.
—Tengo ojos, amor mío. Cuando fui el domingo, tenía ganas de echarme pero temió que te fueras conmigo, así que trató de comportarse como un perfecto caballero y el esfuerzo que hizo fue demasiado para él. Se salió para evitar ahorcarme.
Jake siempre había sido un buen juez del carácter y a menudo habían practicado un juego para adivinar la clase de personas que se cruzaban con ellos en la calle. Era parte del método utilizado para estudiar teatro. Anah estíaba ansiosa, lo miraba con ojos preocupados.
—Jake, mi matrimonio es importante para mí... no trates de destruirlo.
—¿Cómo podría hacerlo, querida? —preguntó burlón, y el brillo de sus ojos le dijo que sabía muy bien que podía hacerlo si lo intentaba.
Cuando llegaron a la casa, la siguió al interior.
—¿Quieres tomar algo? —le preguntó por cortesía.
—Whisky —ella le sirvió un vaso y se lo llevó.
Él se recostó sobre el sofá con indiferencia, en una mano tenía el vaso y el otro brazo estaba estirado sobre el respaldo.
-Siéntate -le dijo señalando el lugar a su lado. Al notar que ella dudaba, añadió-: No voy a morderte, Anahí -y cuando se sentó, agregó burlón—: Aunque la idea es tentadora.
Anahí cambió el giro de la conversación y comenzó a hablar sobre la serie de televisión y él empezó a darle los detalles de lo que esperaba y a contarle algo del
actor que había conseguido para hacer la parte de Wellington.
—¿Es buen actor?
—Tiene cara de palo —Jake se encogió de hombros.
Le sirvió otra bebida y él la observó mientras se la daba.
— Será mejor que no bebas mucho. Tienes que conducir hasta Londres -le sugirió un poco nerviosa.
-¿No podría esperar que me dieran aquí una cama?
—No, Jake.
Movió la mano para acariciar la piel de su antebrazo.
-¿No?
Durante ün momento se quedaron mirando en silencio.
—No —contestó ella con sinceridad. Cometió un error al dejarle ver que temía que interfiriera en su matrimonio. A Jake no había que decirle nada dos veces.
Se tomó el whisky.
—¿Ni siquiera vas a darme algo de comer? —se quejó—. Lo mejor que podré encontrar en el camino de regreso serán huevos y patatas fritas en un café de la carretera.
Ella no pudo decir que no. Entró en la cocina y le hizo una tortilla de cebolla y champiñón.
—Eres una excelente ama de casa. Sin embargo, es una lástima.
Se quedó allí varias horas y ella estuvo todo el tiempo sobre ascuas y lo peor era que Jake lo sabía; los burlones ojos se lo demostraron. La inquietaba de manera deliberada y ella no podía mirarlo a la cara sin revelar cosas que su mente le advertía que debían quedar ocultas.
Le empujó hacia la puerta y él se detuvo mirándola con curiosidad.
— Debes saber que no es un crimen -dijo con suavidad. —¿Qué? —le preguntó ruborizada.
Le puso una mano sobre la barbilla y con los dedos acarició su mejilla.
— El que le guste a uno alguien —dijo mirándola a los ojos. —Buenas noches, Jake
-dijo enrojecida.
—Deja que me quede - le susurró.
— ¡No!-dijo ella perdiendo la calma.
—Anahí, no me lo puedes ocultar, ni tampoco a él... como yo tampoco te lo puedo ocultar a ti -le sonrió con ternura-. Eres muy bella, querida, y te he esperado durante mucho tiempo.
— Le amo a él - le dijo con voz apasionada, porque no podía dejar de sentir la tentación que era la voz acariciadora de Jake-. Alfonso significa para mí más que nadie en el mundo.
Él dejó caer las manos. Se dio la vuelta y salió sin decir palabra. Anahí se fue a la cama sintiendo que había estado a punto de caer en un precipicio.
Alfonso regresó un día antes de lo pensado y sin avisar, por lo que ella ya estaba
en la cama cuando oyó el coche y luego la forma silenciosa en que cerró la puerta de la casa. Se salió del lecho y se puso una bata, parpadeando adormilada cuando él abrió la puerta de la habitación y la miró.
— Has llegado pronto -le dijo acercándose a besarle y su brazo la sostuvo por un momento antes de mirarla con una ligera sonrisa.
— Perdona, querida, ¿te desperté? -No importa... ¿quieres algo de cenar?
— Ya he cenado. Voy a beber algo y luego iré a la cama.
Ella se volvió a meter a la cama y lo esperó. Unos momentos después entró en la alcoba llevando un vaso.
—¿Salió todo bien en el juicio? -le preguntó.
Él asintió, dándole la espalda mientras se quitaba la chaqueta y la corbata. Ella lo observó mientras colgaba cuidadosamente su ropa. Sorbió un poco de whisky.
—¿Cómo lo pasaste mientras estuve ausente? Ella tenía que decírselo.
—Comí con Maggie —dijo con indiferencia pero observando la frialdad de su rostro.
—¿Sólo con Maggie? —preguntó sin expresión. Anahí titubeó y eso fue un error.
—Redway también —contestó por ella. Ella se lamió los labios con nerviosismo.
—Sí — dijo deseando haberlo dicho la primera vez, porque sabía lo que quería decir esa dura expresión.
—¿Qué tren tomaste de regreso?
—Jake me trajo en su coche.
—Muy amable. Espero que le haya gustado mi whisky.
Ella iba a decir algo pero supo que él ya lo había adivinado antes de subir. Miró su vaso de whisky y cerró los ojos sintiéndose desgraciada.
—¿Lo tomó antes o después? -preguntó Alfonso y su tono no pudo ser más insultante.
—Por favor no, Alfonso -le rogó angustiada. —Estoy seguro que lo hiciste sentirse a gusto.
— ¡Por Dios del cielo, Alfonso no sigas! Soltó el vaso de golpe.
—¿En mi propia casa? ¿Fue en esta cama, pequeña golfa? Anahí salió de la cama temblando.
— ¡ No, alfonso, no es cierto!
Él la alcanzó antes de que llegara a la puerta, y sus manos la agarraron con tanta violencia que gritó de dolor.
— ¡No lo hice, Alfonso... créeme!
—¿Me tomas por un tonto? No ibas a decirme la verdad. Tuve que sacártela.
Estuvo aquí, tomando mi whisky, disfrutando de mi mujer.
-¡No!
—Cada vez que lo ves, se te nota en la cara —la acusó violento—-Cualquiera que
os viera juntos sabría... no lo puedes disimular. Le miró aterrorizada, porque era cierto y lo sabía. En la fiesta de Simone, fue consciente de ello. Sin embargo, ¿cómo podía hacerle creer a Alfonso que el magnetismo físico que la atraía hacia Jake no tenía ninguna fuerza comparada con el amor que sentía por él? ¿Por qué hay que creer que una mujer es incapaz de sentir atracción física a menos que esté profundamente enamorada? —se preguntó y se dijo que Jake era un hombre muy atractivo y que ella le tenía afecto. Las dos emociones no estaban relacionadas. Ella le tenía cariño antes de que sintiera su atractivo. Y le seguiría teniendo cariño, porque la forma en que amaba a alfonso no se vería afectada por ninguno de esos dos sentimientos.
Alfonso la miraba acusador, leyendo la culpa en su rostro enrojecido.
- ¡Alfonso, jamás me he acostado con Jake, lo juro!
— ¡No me mientas! -le gritó revelando los celos que sentía. Le apretó los hombros con rudeza. Miró el encaje negro de su camisón con ojos que quemaban la blanca piel de los hombros y el largo cuello desnudo. ¿Lo pasaste bien Anahí? ¿Cómo hace el amor?
-Basta —gritó temblorosa.
—¿Así? —la apretó contra su pecho, lastimándole los labios como si necesitara herirla—. ¿O es más persuasivo, querida? ¿Qué clase de amante es?
La furia y la humillación la volvieron temeraria.
- Sea como sea, él no me maltrataría.
-¿Ah, no? —agachó la cabeza y movió su boca sobre la piel del ; cuello, deslizando los labios húmedos y cálidos sobre su piel-. ¿Está mejor así? —preguntó rozándole los hombros con los labios.
—Alfonso —temblaba.
Entonces la miró con una emoción tan cercana al odio, que ella se asustó.
— ¡ Pequeña mujerzuela! Apenas ha pasado una semana y ya estás de nuevo en la cama con él.
—¿Por qué no quieres escuchar? ¡No es cierto, Alfonso!
La abofeteó y casi la hizo perder el equilibrio. Cayó sobre la cama. Antes que se repusiera, él estaba a su lado, sus manos desgarraban el camisón y luego su boca se cerró sobre ella.
Anahí trató en vano de luchar con él y alejarlo. No podía permitir que la tratara así, pero sentía que, muy a su pesar, el deseo se iba apoderando de ella.
—Te amo, Alfonso —le dijo aferrándose a él—. Te amo.
—Mientes, pero me importa un bledo... Oh, Dios. Me vuelves loco. Ella lo besó amorosamente como respuesta.
Después de dar rienda suelta a sus sentimientos, se quedaron tendidos. La piel de Alfonso ardía bajo su mejilla. Se quedó recostada durante un rato, luego se movió y encendió la lámpara, mirándole con atención.
—¿Te lastimé mucho? —le preguntó. La recorrió con los ojos y parpadeó—. ¡Oh, Dios, esas magulladuras! ¿Qué diablos te hice?
—No importa —dijo con rapidez y trató de sonreír-. Eres un amante brusco,
Alfonso, eso es todo.
—Esto no puede seguir. No tengo derecho a hacerte esto.
—Te amo, Alfonso. No mentí acerca de Jake... jamás me puso una mano encima.
—Lo siento. Por supuesto que te creo. Perdí la cabeza -acongojado le miró el cuerpo—. Esta vez te lastimé de verdad... no digas que no lo hice. Cuando supe que habías visto a Redway quise matarte. Me quedé abajo mirando el whisky y tuve esas visiones que me daban vueltas en el cerebro... estabas en sus brazos... y me puse frenético.
—Olvídalo -dijo en voz baja acariciándole la mejilla.
—¿No entiendes? Podría matarte un día. y casi lo hice esta noche.
—En vez de eso me hiciste el amor —le sonrió.
—¿Y te dejé esos moretones? ¿Crees que me da gusto habértelos hecho?
—Te perdono.
— Yo no. Aní, tengo que dejarte. Tengo que solucionar esto de alguna manera. Contigo a mi alrededor no puedo hacerlo. Tengo que pensar con claridad y contigo a mi lado no lo lograré.
¿Sería ése el problema?, se preguntó. ¿Cómo coexistía ese cerebro inteligente dentro de la hermosa cabeza de Alfonso con los instintos apasionados y brutales de su cuerpo? ¿Había guerra entre ellos? ¿Se sentía dividido, desgarrado entre las dos mitades de su naturaleza? ¿Encontraba que la fría inteligencia de su mente fallaba ante un problema emocional como el de ellos? Había sido educado para usar la mente. Sin embargo, una inteligencia fría y fuerte no podía resolver problemas surgidos por una causa emocional.
—Todo lo que tienes que pensar es que te estoy diciendo la verdad — insistió—. Te amo, así como eres... no niego que esta noche me lastimaste y a pesar de ello te quiero.
Él pareció sorprenderse y ella se rió con tristeza.
—¿Crees que no debería haberme sucedido? Tal vez tengas razón, pero así fue. Tal vez por esto te quiero a ti y no a Jake, cariño mío. Algo en mí responde a la ofuscación que hay en ti.
Él se la quedó mirando ceñudo.
—¿Sólo lo dices por consolarme? ¿Tratas de ser amable? No quiero tu amabilidad, Anahí
— Y yo no quiero tu orgullo. Quiero la verdad entre nosotros. -Me pregunto si quieres saber lo que es eso. Caroline ¿estuviste muy cerca de Redway todos esos años? —Mucho.
-Cuando nos casamos eras virgen -como si hablara consigo |mismo—. Eso me sorprendió. —Gracias -dijo con acritud. —Entonces sospechaba que había sido tu amante. —No lo fue.
— Eso lo supe después. Pero creo que lo hubiera podido ser. Se miraron a los ojos y ella suspiró.
—Oh, tal vez -no tenía objeto mentir.
baja.
— Y si se hubiera salido con la suya, lo sería ahora. —Es posible —admitió en voz
— Sabemos en que quedamos Redway y yo... ¿pero tú? — la miró a los ojos y
levantó una mano para evitar que hablara-. No, espera un momento... ¡Voy a dejarte, Anahí!
— ¡Alfonso! Ya te dije...
—Escucha. No soporto seguirte lastimando así. Temo llegar algún día demasiado lejos. No soy dueño de mi mismo en lo que a ti se refiere. Deja que te diga algo mientras mi mente funciona con claridad. .. quiero una separación.
-No –protestó ella—. ¡No, Alfonso!
—Puedes recibir una pensión. Conseguir un apartamento o compartir uno —ella supo a quién tenía en mente-. Eso nos dará tiempo a los dos para resolver todo.
Se le quedó mirando, indignada por su sugerencia.
—¿Y si veo a Jake? La miró torvamente.
—Eso lo tendrás que decidir tú. Yo te dejo en libertad, Anahí. Ningún ser humano tiene el derecho de herir a otro de la manera en que yo lo estoy haciendo. Ambos tenemos que pensar en el futuro. De alguna manera tengo que luchar contra esto y nunca lo haré si estás cerca de mí.
No quería oír razones. Se había decidido y todas las súplicas y argumentos fallaron.
Una semana más tarde estaba instalada en el apartamento de Maggie como huésped. Maggie estaba entusiasmada y cuando Jake se enteró del asunto, le dirigió a nahída inquisidora.
—¿Se me permite aplaudir? -preguntó y ella movió la cabeza sin sonreír.
Los ensayos para la serie de televisión comenzaron una semana después. Las escenas de Anahí con Jake se filmaban en el estudio.
Anahí tembló de miedo al ver los trajes, Jake silbó.
—Estupendos —murmuró.
Al mirarse al espejo pensó con tristeza que eran bastante provocativos. Tenían el talle alto, al estilo imperio y la suave muselina con que estaban confeccionados caía resaltando sus formas.
Encontró que las técnicas de actuación para la pequeña pantalla eran diferentes de las que había aprendido para el teatro, pero Jake ya la había preparado para controlar la voz y utilizar los menos movimientos posibles.
— ¡No gesticules tanto! —le gritaba Paddy de vez en cuando y ella trataba de controlar las manos. Era difícil romper hábitos aprendidos durante años.
La escena que más la aterraba era una en la que tenía que acostarse con Jake. Sin embargo, todos trataban esa secuencia como cualquier otra y después de un rato, comenzó a relajarse. Pero Jake tenía ganas de mortificarla y Paddy lo amonestó:
—Ésta no es una comedia, Jake. Repítela y borra esa sonrisa.
Jake lo miró enfadado pero obedeció. Anahí observó cómo desaparecía su
expresión burlona y con que facilidad asumía el ¡ sombrío aspecto de Napoleón. Caminó por el foro, la tomó de los hombros y la besó. Ella reaccionó por el temor y luchó.
Sin embargo, Jake no actuaba. Sus ojos tenían un brillo especial al mirarla y cuando comenzó a desvestirla, ella supo que lo hacía con agrado, y la acariciaba con toda deliberación. Paddy parecía satisfecho con la escena y cuando se terminó, mandó a todos a casa.
Jake la llevó al apartamento en silencio, de vez en cuando la miraba con curiosa sonrisa. Cuando llegaron, Anahí le increpó | disgustada.
- Esto tiene que parar enseguida, Jake o abandonaré la serie. —¿A qué te refieres? -pareció asombrado.
- Hoy te propasaste a propósito. Él sonrió sarcástico.
—Anahí, cuando te quito la corona, me gustaría hacerlo sin público.
—Nunca llegaré a eso contigo, Jake. -Espera que te lo pida-replicó.
- Ambos sabemos qué es lo que quieres. Tu yo decidió divertirse hoy conmigo. Me quitaste la ropa con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Y por qué diablos no? No sucede a menudo que le paguen a uno | por algo que ha querido hacer durante mucho tiempo.
—Debí darte una bofetada -estaba furiosa.
—Anahí, querida...
—No, Jake. Te quiero tiernamente, siempre ha sido así y así i seguirá. Admito que me vi tentada... por un momento. Pero nunca | funcionaría, Jake. ¿No lo ves? No estamos hechos el uno para el otro.
—Sí lo estamos —comenzó a acercarse—. Querida, lo estamos.
—Maggie y tú significáis mucho para mí. Pero si todos estuviéramos en un globo con Alfonso y sólo dos se pudieran quedar, sé a quién empujaría.
Él soltó una carcajada.
— ¡Anahí, dices las cosas de un modo! Así que todavía es Alfonso.
— Siempre será. Estoy loca por él. Lo amo Jake. Compréndeme. Se la quedó mirando en silencio y luego dijo con firmeza:
— Entonces, esto se acabó.
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CELOS QUE MATAN
Romance[ACLARACIÓN: ESTA HISTORIA ESUNA ADAPTACIÓN, TODOS LOS DERESCHOS RESERVADOS A SU AUTORA ORIGINAL] ¿Cómo era posible que la pasión compartida en los primeros meses de su matrimonio se convirtiera de pronto en un frío resentimiento? Poco tiempo despué...