CAPITULO 5

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MAGGIE insistió en que debía comprar un vestido nuevo. Anahí tenía una cuenta bancaria suya... Alfonso se preocupó de ello... pero ella no quería usarla dadas las circunstancias.

Maggie no opinó lo mismo

—¿Y por qué no? En mi opinión, te lo has ganado, además ese dinero es tuyo, él te lo regaló.

Anahí se estremeció.

—Yo no lo veo así.

—Comienza ahora -aconsejó Maggie—. Te convirtió en una esclava obediente. Administraste su casa. Merecías cada centavo que te daba. Además es rico, ¿no es verdad? -Sí, Alfonso, era rico. Su padre fue juez y cuando murió le dejó una renta considerable. Alfonso también tenía buenos ingresos de su trabajo. Tenía una posición económica elevada.

Al final, Maggie la convenció y salieron de compras. Era la ocupación favorita de Maggie. Adoraba la ropa. Pasaron dos horas antes de que estuviera satisfecha con el vestido que por fin escogieron.

Cuando Amahí estuvo lista, Maggie entró a la alcoba y se la quedó mirando fijamente.

—¿Y bien? ¿Cómo estoy?

—¿Necesito decírtelo yo? Sospecho que eso lo hará Jake.

Anahí la miró ansiosa y no dijo nada. Nunca había tenido un vestido así, ultra sofisticado, de seda negra, se ajustaba al cuerpo y dejaba desnudos los blancos hombros. Las magulladuras casi habían desaparecido. Maggie le miró los brazos y se extrañó al ver una mancha amoratada.

-¿Cómo te hiciste eso? Anahí se sintió enrojecer.

—No me digas, puedo adivinar, —añadió Maggie.

Anahí pensó estremeciéndose, que ni siquiera podía sospechar. Sin duda Maggie imaginaba alguna lucha, una discusión que terminó en golpes, pero no podía concebir lo que Alfonso le hizo. Eso fue una brutalidad.

-Necesitas ponerte algo de joyería —le dijo Maggie.

Anahí había dejado el joyero que Alfonso le dio en el tocador de su elegante y vacío hogar.

—No tengo -dijo sin pizca de arrepentimiento al recordar el collar de perlas que heredó de la madre de Alfonso, que había muerto ya antes de la boda, o alguno de los otros objetos hermosos que Alfonso le regaló después. Pensó que habían sido juguetes


para una prisionera y para ella no tenían valor.

—Puedo prestarte algo de bisutería —le dijo Maggie yéndose a su habitación. Regresó con una caja de marfil, exquisitamente tallada—. Rob me la dio — le dijo mostrándola con placer en el rostro. La abrió y buscó entre los enredados adornos, cosa que hizo reír a Anahí.

CELOS QUE MATANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora