Capítulo 22: Rompiendo paredes

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Alec

Esto era lo último que necesitaba.

Mierda,  ni siquiera me planteaba encontrarlo en la calle.

¿Qué hace él aquí?

—Hola, Alec, ¿Cómo has estado? —la cara de Xavier era lo último que deseaba ver, con su sola presencia y su característica mueca me dan ganas de estampar mi puño en ella. Me cruzo de brazos para no hacerlo.

—¿Qué mierdas quieres?

— ¿Que no piensas saludar a tu padre?

—Pues dime donde esta que no lo veo desde que nací. —el veneno sale de mi  boca sin más, ni remordimientos.

Suelta una estruendosa risa, tan típica de él. —Alec, querido, tienes que ser más creativo.

Ruedo los ojos, él lo toma como iniciativa para entrar. — ¿Qué carajos quieres aquí? —se detiene en la  sala.

—Solo quería visitarte, ya sabes, ver que no lo estas jodiendo.

— ¿Hablas en serio?

—Más serio que nunca. —se sienta —y más si traes a una de tus amiguitas. —se quita la pelusa inexistente de los pantalones. —Tengo que cuidar mi capital y más si lo estas gastando en esa mujer barata.

Mujer barata.  

Como si se diera cuenta de lo que dijo, por una vez en su vida dice: —Lo siento.

Rabia corre por mis venas. —No he tocado ni un maldito centavo tuyo desde hace años, ni aunque me muriera de hambre y si vas a insultar a Kat es mejor que salgas por esa puerta ahora mismo si no quieres que llame a seguridad, aunque sabes muy bien que te puedo sacar a patadas yo mismo.

—Con que su nombre es Kat —el degenerado sonríe —le queda totalmente el nombre. — ¡Joder! él quiere morir, se levanta del lugar donde estaba y empieza a caminar por la estancia, deteniéndose en la vista que de Nueva York al media mañana.

— ¿Qué acaso no ves la televisión? —gira su vista, dándome una mirada desde el hombro —Aunque por lo que veo no has tenido mucho tiempo.

—Si vas a decir toda esa basura mejor lárgate, no tengo paciencia ni control para soportar toda esta mierda que me tiras. —empiezo a caminar hacia la salida, ahora mismo mataría a la persona que lo dejo pasar.

—Alec, necesito hablar contigo. —pasa de mirar despectivamente todo el lugar a dirigirla a mí.

 —Que no lo estamos haciendo ahora, ¡pero largo! — Abro la puerta.

—Como tú quieras —camina hacia la puerta—. Pero aun así tenemos que hablar. —se acerca a mí, él es de la misma altura que yo así que su cara está a centímetros de la mía. Su loción cara me golpea dejando olor a menta. —Se lo que paso cuando desapareciste hace tiempo, y sé qué estupidez hiciste, es tu vida y no es como si pudiéramos borrar todo eso, pero me han estado preguntado por ti constantemente, si no quieres que diga algo y salga todo esto a la luz tendrás que venir a mi despacho esta tarde. —Él lo sabe y trata de amenazarme, de infundir miedo a sus palabras pero él nunca va a ser malvado, siempre será un ser patético.

—Deja de ser un imbécil egoísta por un día en tu vida, ya no eres tú, ahora también es ella. — ¿A qué viene esto? Que no la acaba de insultar hace unos momentos.

—Amm... hola. —la voz de Kat se cuela por la habitación, mi vista va hacia la cima de las escaleras, miro su rostro, sus mejillas están igual o más rojas que sus labios, su cabello que antes era un desastre ahora es una trenza que descansa en un lado de su hombro, y sus curvas eran enmarcadas por la tela de la bata del hotel.

Después de ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora