Capítulo 27: Tiempo de arrepentimientos

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Kat

Era casi el término del mes de marzo y parecían que las semanas pasaban lo más lento que podían. Cada día vivía una fiel copia de mi vida antes de él, solo que ahora un dolor iracundo se alojaba en mi pecho y no había posibilidad que tal sentimiento se desvaneciera o tuviera fecha de caducidad.

Tenía que aprender a vivir con ello porque de alguna forma masoquista era la única forma que he sabido cómo vivir.

-Okay... ¿cómo quieres hacer esto? -habla Lena mientras está sentada en el sofá, haciendo zapping en la televisión.

-Realmente no me imaginaba nada, no quiero festejar solo quiero irme lejos de aquí. -me excuso.

-Vamos, Kat, no dejes que ese imbécil, hijo de puta, bueno para nada, cabrón -toma una gran bocanada de aire antes de seguir con su arrebato-. Te amargue la graduación, ya pasaron meses desde ese maldito imbécil come mierda se fue.

Si, en efecto habían pasado meses y Lena no era su ferviente fan, en realidad cada vez que se hacía alusión a él era ella quien salía diciendo barbaridades de él, no es que no se lo mereciera, pero parecía que ella sabía algo que yo no.

-Lena. -trato de maquinar una excusa, la verdad es que me estaba quedando sin ellas. No me queda de otra que decir la verdad-. Solo no quiero hacerlo. -fijo la mirada en el suelo.

-Por favor. -Camina del lugar de donde estaba hasta mí y me abraza-. Sé que ha sido doloroso todo este tiempo, y que tratas de salir adelante pero ya no puedes esconderte.

Asiento disimuladamente solo por tranquilizarla.

Lena se había convertido como en mi madre.

A veces ella me preguntaba como estaba, yo solo le respondía que mejor. Era lo que podía responder porque a veces es mejor quedarse callado que decirles a los demás cómo te sientes porque sabes que ellos te escuchan pero no entienden. No saben lo que es sentir que la persona que le habías entregado una parte de ti, que realmente amabas, solo se va, dejando solo una nota disculpándose.

Ella no lo entendería, ni siquiera aún lo hago yo.

Tenía que hacer algo por ella, me sentía en deuda por todo lo que había hecho por mí porque de haber pasado de ser una persona medianamente dependiente psicológicamente, ahora vivía de mi poca o nula autoestima que mi amiga y Matt tratan de elevar. Yo era un caso perdido pero ellos no lo querían reconocer.

Suspiro cansada, sabía que nada en el mundo la detendría de ser tan obstinada. -Solo si haces algo muy modesto, sabes que no me gusta nada lo exagerado. -me abraza aún más fuerte.

-No te vas a arrepentir, te lo aseguro, va a ser la cosa más grandiosa e increíble. -la miro mal, ya estaba empezando a irse a los limites. Chasque la lengua-, de las fiestas modestas y sencillas que puede existir en el mundo.

Niego lentamente. -Por favor, nada exagerado. -aunque sabía de ante mano que eso no sería posible. Modestia y Lena no iban en la misma oración.

-Lo será. -Me guiña-. Tengo tantas, digo, pocas cosas que planear.

-Solo te pido que no sean muchas personas. -la miro nerviosa. Esa era otra de las secuelas de un egoísmo desmedido, y tenía que lidiar con ello. No podía confiar en las personas, había dejado este estrago en mi tan arraigado que tenía este presentimiento de que todos tenían esta mascara que los encubría de sus reales sentimientos; no confiaba, presentía que tenía que cuidarme más que nunca. Él se había ido junto con mi corazón y para mí, ya no había nada que valiera más. Estaba hueca.

-Bueno me tengo que ir, tengo clases en veinte minutos y ya no puedo llegar tarde -toma sus cosas de la encimera y sale disparada hacia la puerta-. Hasta en la noche, Kat, cuídate y no hagas nada estúpido.

Después de ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora