Cuando se me dijo que estaría al servicio de la princesa, rebosé de una felicidad absoluta. Me vi como el clásico mayordomo protector de las novelas románticas, aquel que aunque no tuviera su favor amoroso, sería feliz de por vida complaciendo sus demandas.
Sin embargo, mi lugar de trabajo no fue el palacio, sino una mazmorra personal y me convertí en su juguete. Víctima de todos sus desfogues, incluso los más perversos, lejos del sol y toda comodidad. Hizo de mi cuanto quiso y no pude oponerme.
Cuando se fugó del palacio, me llevó consigo. Desde entonces, recuperé mi humanidad.
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100 Microrrelatos para pasar el rato - [COMPLETOS]
RomanceUn conjunto de 100 microrrelatos entre diversos géneros, desde historias cortas, así como pensamientos varios sobre temas ligados al amor, la vida y el futuro. La única regla a seguir: - 100 palabras o menos sin contar el título ni notas de autor. E...