El rey JeanCarlo León Espinel poseía una aguda inteligencia, gran poder e infinitas riquezas. Sin embargo, nada de ello pudo evitarle una terrible tragedia, de la cual fue en parte responsable.
Mientras el sol se ponía, se hallaba en la azotea del palacio observando el panorama que se extendía ante sus ojos. El paisaje, que antes veneraba, le producía malos presagios y le despertaba recuerdos no deseados que alteraban su serenidad.
Una carretera oscura y llena de curvas; silencio y miedo; luces parpadeantes que iluminaban el fondo del acantilado; el metal retorcido...
—Si crees que vas a mover las montañas mirándolas, ten por seguro que no será así.
Jean se volvió al oír la voz de su hermano, que se hallaba a unos pasos de él.
—¿Qué haces aquí?
Libardo se le aproximó y se apoyó en la pared de piedra.
—¿Así saludas a quien generosamente te entrego las llaves del reino hace más de un año?
Un hombre que había abdicado el trono por amor, un sentimiento que Jean no sabía si había experimentado.
—Lo siento, no te esperaba hasta dentro de un mes.
—Como había completado mi preparación para el proyecto de conservación del agua, pensé que era hora de volver.
—¿Viniste solo?
—Claro que no— contesto Libardo en tono irritado—. No viajo sin mi familia a menos que sea imprescindible.
Jean nunca hubiera creído que oiría decir a su hermano mujeriego esas palabras.
—¿Marían esta contigo?
—Sí, y también mis hijos. Estoy deseando que conozcas a tus sobrinos.
Pero Jean no compartía el entusiasmo de su hermano, ya que la presencia de los dos niños sólo serviría para recordarle lo que había perdido.
—¿Dónde están?
—Con Marían y Elena.
—Me alegra que le hayas devuelto a Elena el puesto que le corresponde. La casa no funciona bien sin ella.
—Eso me han dicho. Y también me han dicho que estás a punto de provocar una revuelta entre el personal del palacio por que los tienes atemorizados.
Era cierto que a Jean le costaba mantener la calma esos días, pero no le importó la acusación.
—No atemorizo al personal, sólo lo corrijo cuando es necesario.
—Pues he oído que te parece necesario hacerlo todos los días. También me dijeron que no has colaborado con el consejo.
Jean comenzó a sospechar el verdadero motivo de la aparición repentina de Libardo.
—¿Has hablado con nuestro hermano menor?
Libardo bajo la vista.
—He hablado con Orson de vez en cuando.
El rey comenzó a enfadarse.
—Obviamente de mí.
—Sólo me ha dicho que lo estás pasando mal desde la muerte de Darían.
La sospechas de Jean se confirmaron. Libardo había adelantado su viaje de vuelta para cuidarlo.
—A pesar de lo que tú y Orson crean, no necesito niñera.
Su hermano lo miro con expresión sombría.
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Deseo. Un Amor Del Pasado.
RomanceUna vez, tuvo que anteponer el deber al amor. Años más tarde, el rey JeanCarlo León, ya viudo, busco consuelo en su antiguo amor, La doctora Maysa Barad, para escapar del dolor y la culpa. La apasionada entrega de Maysa le hizo darse cuenta de que e...