Capítulo Nueve.

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Maysa llegó en el momento en que el puñetazo de Jean lanzaba a su hermano contra una columna. Observó, horrorizada, que los guardias contenían a Jean para que no lo persiguiera, momento que aprovecho Naim para darle un puñetazo en la mandíbula.

Aparecieron otros dos guardias, que agarraron a Naim y le pusieron los brazos detrás de la espalda. Al principio, Maysa no se movió hasta que reaccionó y agarro el maletín. Corrió hacia Jean, pero los guardias la detuvieron.

—Suéltenla —gritó Jean al tiempo que se secaba con la manga la sangre que le manaba de la herida.

—¿Me ha roto la nariz, Maysa? —preguntó Naim.

Ella lanzó una mirada rápida a la herida.

—Sí, parece que está rota. Tendrás que ir a un hospital.

—¿No vas a curarme tú?

—No.

—¡Zorra!

—Tal vez lo sea, pero al menos voy con la verdad por delante.

—Llévenlo al hospital —ordenó Jean a los guardias.

Naim parecía horrorizado.

—Iré sólo.

—Quedarás detenido hasta que decida qué hacer por haberme atacado.

—¿Me dejarán en el hospital sano y salvo?

—Llamaré yo para decirles que vas —dijo Maysa.

Era el único favor que estaba dispuesta a hacerle.

Mientras los guardias le conducían a un coche, Naim miro con odio a Jean.

—Recuerda lo que hemos hablado.

Jean mascullo una maldición al entrar en el chalé, antes de que Maysa llegará a su lado. Lo siguió y cerró la puerta.

En el salón, Jean iba de un lado a otro con los puños apretados como si quisiera golpear algo más.

—Mira, Jean, sé que estás enfadado conmigo...

—No estoy enfadado contigo —dijo sin mirarla—. Estoy enfadado por haber perdido los estribos, por hacer el ridículo y por haberles fallado.

—¿A quién le has fallado? —preguntó ella, aunque ya sabía la respuesta.

—A mi esposa y a ti —afirmó él, mirándola por fin.

Ella dejó el maletín en la mesa con la esperanza de que Jean le permitiera ocuparse de la herida...

—Darían y tú se fallaron mutuamente. Para empezar, no debían haberse casado. Pero lo hicieron, ella busco a otro hombre y todo acabo en tragedia. Da igual lo que pasará aquella noche: pasó y no hay vuelta atrás.

Él se detuvo en medio de la habitación.

—¿Desde cuándo sabes lo de su relación con Naim?

—Me lo dijo el día que llegaste a mi casa. Lo sospechaba, pero no lo había confirmado.

—Sin embargo, no me lo contaste.

—Naim me amenazó con arruinarme la carrera.  En ese momento era lo que más me importaba —antes que Jean se convirtiera en lo más importante de su vida—. Tú y yo apenas nos hablábamos. No tenía idea de que volveríamos a conectar como lo hemos hecho.

—Pero cuando lo hicimos tampoco me lo dijiste. Deberías haberlo hecho, Maysa.

—Entonces estás enfadado.

Deseo. Un Amor Del Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora