Capítulo I

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El encuentro

Cuando los padres de Lolita la llevaron a su cuarto, la niña rogaba por un poco más de comida. Su madre, con lágrimas en los ojos, le preparó agua con azúcar. Era lo único que podía ofrecerle.

La pobreza extrema, en la que vivían, apenas les permitía sobrevivir. Ni ella ni su esposo ganaban lo suficiente como para pagar la renta y cubrir los demás gastos. Conseguían algo de dinero vendiendo, de forma ambulante, café y cigarrillos.

Esta pareja quedó huérfana a causa de la malaria; enfermedad que diezmó las zonas rurales del país. Así que, con apenas quince años de edad, salieron del campo donde nacieron y se criaron...Ellos formaban parte de la última oleada de campesinos que llegó a la ciudad buscando mejores condiciones de vida. Dolores, además de sueños, cargaba un embarazo de siete meses.

Al marcharse los progenitores de la infante, el monstruo salió para asustarla. Había permanecido varias horas debajo de la cama y estaba impaciente por cumplir con su primer trabajo.

Le esperaba una gran sorpresa...

Al verlo, la niña se abalanzó sobre él y lo abrazó... Besó su rostro y con su dulce vocecita, le dijo:

- ¡Te quero!

- Yo soy un monstruo, respondió el intruso.

- ¡Te quero, mosto!, replicó la niña

- Mosto, ¿tú tene comila?

El monstruo estaba tan sorprendido que no sabía qué hacer ni qué responder.

- Mosto, cuétate comilo.

Eso lo entendió y ante la insistencia de la pequeña, el monstruo se acostó a un lado de ella. Recordó que él era hijo único y siempre quiso tener una hermamonstrita.

-Mosto, ¿tú tabe cueto?

El monstruo evocó, con nostalgia, algunos momentos al lado de su madre. Ella le contaba cuentos mientras le acariciaba la cabeza para que se durmiera y, eso hizo con la pequeña. Al verla dormida, repasó las actividades que debía cumplir en la tierra. También, buscó en su cerebro el término "comida para humanos". Quedó impactado y al tener conocimiento del tema, se entristeció. Supo de lo fundamental que es la comida para el crecimiento de los niños y que, en cada casa, tenían depósitos de comida en refrigeradores y alacenas.

Salió utilizando su poder de invisibilidad. Entró en la primera casa que vio. Buscó en varias habitaciones y, de pronto, se encontró con un gran depósito de comida. Llenó una bolsa y se fue directo al cuarto de Lolita. Le preparó un emparedado de jamón y queso y le sirvió un vaso de leche.

Todavía dormitada, la niña dijo: - ¡gacia, mosto!

El pequeño monstruo recogió todo.

Al amanecer, los padres de Lolita fueron al cuarto a despedirse de ella. A media mañana viene una vecina, le da algo de comer y la baña. Era una rutina. La pequeña pasa todo el día sola.

Cuando llegó la señora, la niña le contó lo del monstruo. Prestó poca atención y pensó que eran cosas de niños y no le dio importancia.

Al marcharse la mujer, el monstruo salió de su escondite e inmediatamente, le pidió a la niña que no contara nada de él.

- Si saben que estoy aquí, me sacarán de tu cuarto...

- Mosto, ¿tú te va quelá comilo?

- Sí...te voy a cuidar todos los días.

- ¡Gacia, mosto!

Una noche, como de costumbre, el monstruo salió a buscar comida...Ya era la quincuagésima casa que visitaba. De pronto las luces se encendieron y una mujer gritó al ver que unas bolsas se movían solas...estaba histérica...Gritaba tan fuerte que el pequeño monstruo, más sorprendido que ella, soltó las bolsas y corrió hasta la casa de Lolita.

Aquello fue un alborozo muy grande; tanto, que muchos vecinos se acercaron, con cautela y miedo, para conocer más sobre el fenómeno sobrenatural que acababa de ocurrir.

-¡Esa señora está media loca!, decía un incrédulo hombre.

-¡En pleno siglo XXI y creyendo en fantasmas!, rezongaba una dama de la alta sociedad.

- ¡Eso le pasa por bruja!, señaló una jovencita.

Hasta el cura de la parroquia hizo acto de presencia. Vino con la intención de exorcizar el lugar.

Después que todo se calmó, el monstruo hubo de hacer una nueva incursión. Todo salió bien y Lolita, en esta ocasión, comió pizza de jamón y queso y se tomó una deliciosa gaseosa.

En otra oportunidad, fueron unos perros los que, despavoridos, corrían y ladraban en el patio de una casa. Sus dueños, sorprendidos, no se explicaban la razón del pánico que se reflejaba en los ojos de sus canes.

En el pueblo, desde entonces, se comenzó a tejer una red de historias de fantasmas y aparecidos. Muy pocos se atrevían a relatar sus experiencias. Temían más al "qué dirán" que al propio "fantasma roba comida".

Una mañana del mes de julio...

- Ya vas a cumplir cuatro añitos, señaló la madre. No podemos hacerte ni siquiera una tortica.

Aquellas palabras retumbaron en la mente del monstruo. Rápidamente hizo una reprogramación cerebral y revisó todo sobre "cumpleaños humanos".

Recordó que hacía poco, en una casa que "visitó", se encontró con restos de una piñata, golosinas, tortas, refrescos y mucho más. Así que, sin pensarlo dos veces, fue por las cosas para festejar un cumpleaños.

Cuando los padres de Lolita se encontraron con todo lo necesario para celebrar el cuarto cumpleaños de su pequeña hija, agradecieron a Dios y al dadivoso desconocido que, de un tiempo para acá, les provee de comida.

4 de julio. Lolita arriba a sus 4 años de edad.

La fiesta de cumpleaños estuvo muy concurrida. Sus vecinitos fueron invitados y vinieron todos. Nadie se explicaba cómo hicieron estos humildes padres para organizar esa celebración.

El pequeño monstruo, después de pensarlo bien, no entró a la casa donde observó las sobras de una fiesta de cumpleaños...No, él fue, directamente, a una agencia de festejos y allí consiguió todo. Estaba aprendiendo mucho sobre la vida de los humanos.

Había transcurrido una semana desde el cumpleaños de la pequeña. Los padres de Lolita, como de costumbre, fueron a su cuarto, pero esta vez esperaron por la señora que le atendía cada mañana.

- Inés, estamos perdidos, nos han citado al tribunal porque no hemos podido pagar la renta durante tres meses...

Debajo de la cama, el monstruo oyó todo y, enseguida, busco información.

Esa noche, después de alimentar a la pequeña, el monstruo viajó a otra ciudad. Su destino: un banco. Tomó sendas bolsas de dinero y se marchó.

Colocó el botín al pie de la vetusta cama de los padres de la niña.

Mayúscula sorpresa se llevaron los padres de Lolita.

- Esto es mucho dinero. ¿Qué haremos?, preguntó el hombre.

- Lo que tú decidas, respondió su mujer.

- Pagaremos la renta y nos iremos a vivir a la capital del país. Donde no nos conozcan. Además, nosotros no tenemos familia y nadie nos pedirá explicaciones.

Luego de pagar la deuda, le avisaron a la señora que atendía a la niña que se mudarían a otro barrio. No dijeron cuál sería su nuevo destino. Simplemente, se marcharon.

Nadie los extrañó...

Un monstruo para LolitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora