Tanto Empédocles como Demócrito habían señalado que todos los fenómenos de la naturaleza fluyen, pero que, sin embargo, tiene que haber algo que nunca cambie ( las cuatro raíces o los átomos). Platón sigue este planteamiento, pero de una manera muy distinta.
Platón opinaba que todo lo que podemos tocar y sentir en la naturaleza fluye. Es decir, según él, no existe unas pocas materias primas que no se disuelven. Absolutamente todo lo que pertenece al mundo de los sentidos está formado por una materia que de desgasta con el tiempo. Pero, a la vez, teo está hecho con un modelo eterno e inmutable.
¿Lo entiendes?
No...
¿Por qué todos los son iguales? A lo mejor piensas que no lo son en absoluto. Pero hay algo que todos los caballos tiene en común, algo que hace que nunca tengamos problemas para distinguir un caballo de cualquier otro animal. El caballo individual fluye, claro está. Puede ser viejo, cojo, y, con el tiempo, se pondrá enfermo y morirá. Pero el monde de caballo es eterno e inmutable.
Esto quiere decir que, para Platón, lo eterno y lo inmutable no es una materia prima física. Lo que es eterno e inmutable son los modelos espirituales o abstractos, a cuya imagen todo está moldeado.
Los presocráticos habían dado una explicación, más o menos razonable, de los cambios en la naturaleza, sin tener que presumir que algo cambia de verdad. En medio del ciclo de la naturaleza, hay algunas partes mínimas que son eternas inmutables y que no se disuelven, pensaban ellos.
Lo que quiere decir Platón es que los átomos de Demócrito nunca pueden llegar a convertirse en un cocofante o un eledrilo. Precisamente, esto es lo que puso en marcha su reflexión filosofíca.