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En los inicios del anochecer, cuando los sirvientes dentro de la fortaleza roja eran pocos y el llanto del príncipe Aegon envolvía las paredes de los aposentos de la reina. Los guardias abrieron las puertas para dar paso a la mano del rey.

Alicent estaba a un lado de la cama con su hijo en brazos, desesperada por aplacarlo sin éxito alguno. El niño parecía llorar cada vez con más fuerza, moviéndose de un lado a otro, pataleando e intentando alejarse de su madre.

–Deberías controlar más a tu hijo. –sentenció Otto, deteniéndose a unos pasos de ella.

Alicent bajó la mirada. Derrotada, casi le rogó a su hijo que por favor se calmara, pero el niño no parecía hacer caso a nada que lo rodeara. Durante una hora y media, había estado caminando por toda la habitación intentando distraerlo, dormirlo o hacerlo callar por un momento. Hace un par de horas, habían regresado de pozo dragón, y al ver a Sunfire encadenado y no permitirle quitarle las cadenas ni acercarse tanto a él, provocó el llanto incontrolable de su hijo.

–Hago lo que puedo. –murmuró. Pero no era suficiente. A sus ojos, ella sabía cómo la juzgaba, para él, nunca nada era lo adecuado, siempre se podía hacer más, actuar diferente.

–Es el futuro del reino. –Otto tomó su lugar en unas de las sillas, observando uno de los juguetes de Aegon con una sonrisa en los labios. –Hija mía, al darle un varón al rey, terminaste con 15 años de incertidumbre y dudas. Tú misma viste el grado de celebración a su nombre, la unión de los hombres por tener un heredero para el trono y al igual que su homónimo, nació para gobernar los Siete Reinos. Si quieres que te escuche, debes hacer que te obedezca.

–Lo sé, sin embargo es solo un bebé. –refutó ella. Alicent detestaba contradecir a su padre, al igual que a Otto ser contradecido, sin embargo, la reina no tenía el humor para soportar su supuesto "apoyo". El día había sido suficientemente largo y ajetreado, lleno de preocupaciones y rumores.

Se enteró por sus damas, las cosas que se habían comenzado a decir en la corte. Pues ya se empezó a expandir la noticia de la pérdida de memoria de Rhaenyra, a pesar de tan solo ser un rumor pero en completa verdad.

Por otra parte, lo que más le preocupaba era lo que la gente fuera de la fortaleza, aquellos que no eran parte de la corte ni de altas familias decían, expandiendo aún más el vil rumor.

Creían que la caída de la princesa, no fue un accidente, sino un intento de asesinato.

–Si Viserys lo nombra su heredero, necesitará ser consciente de sus acciones, en algún punto asistirá a las reuniones del consejo y si los dioses son buenos, tomará decisiones.

–Rhaenyra es su heredera, es ella quien asistirá al consejo. De igual forma, padre, no quiero hablar de política.

–No es política, Alicent. Es una verdad que no se debe ignorar. Si Rhaenyra aventaja a Aegon en el ascenso al trono, el reino se destruiría a sí mismo. Este... desafortunado accidente puede traernos una oportunidad.

Esa era su principal temor. El rechazo de la heredera hacia la reina es de conocimiento público, de cómo a pesar de tener un hermano varón, ella seguía siendo la princesa de Dragonstone y eso había causado un resentimiento entre la princesa Targaryen y la familia de la reina, los Hightower.

–Solo te pido que tengas cuidado, la gente puede decir cosas maliciosas y temo en que si insistes en el tema de la sucesión, puedan culparte de algo terrible.

Otto alcanzó a su hija, antes de darle un beso en la frente y cepillar el cabello rubio de su nieto. Le sonrió como si el miedo de Alicent no fuera más que una tontería dicha por una niña y no tuviera que preocuparse por ello. Pero la reina podía sentir la forma en que sus ojos siempre la anhelaban, la línea de desaprobación en su boca presente incluso mientras encurría sus labios en una sonrisa. Aquella sensación le causó un mal sabor de boca a la reina pero no dijo nada al respecto.

The lie between us Donde viven las historias. Descúbrelo ahora