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Era un día frío y despejado después de dos días bajo las tormentas nocturnas sobre el mar, llegando en mitad del medio día, siendo recibida por varios de la guardia de la ciudad, quienes la escoltaron hasta los capa blanca y finalmente a la Red keep.
No sonaron fanfarrias ni trompetas para recibirlos, pero fue lo único que faltó porque pareció que todas las personas de varias millas a la redonda se hubiesen congregado para dar la bienvenida a su princesa, tal y como sucedió en Driftmark, con la diferencia de ser en una mayor cantidad.
Arrebujada en su voluminosa capa forrada de pieles de zorro, Rhaenyra saludaba con gracia y elegancia, característica que se esperaba de la heredera del reino.

Cuando camino hacia el carruaje, una multitud se reunió alrededor de ellos: los caballeros que la habían acompañado, seguido por Sir Criston, Jane y el resto de la guardia de la ciudad; un ruidoso grupo de niños que se empujaban para tocar a los caballeros, especialmente a aquellos que estaban frente a ellos, y numerosos aldeanos deseosos de tener noticias del mundo exterior.

Entre todos los guardias, Rhaenyra alcanzó a notar no muy lejos de ella, a un hombre que se le hacía curiosamente conocido. La princesa tomó la mano de Sir Criston para poder subir al carruaje mientras observaba fijamente al hombre que parecía dar órdenes a otros dos.
Escuchando su voz por encima de las demás:

–Asegúrense que nadie obstruya.

Fue entonces que logró recordarlo, gracias a su tono y complexión. Aquel hombre que la ayudó a regresar al Septo y cumplió sus órdenes sin otro interés que protegerla,
Su nombre era Harwin Strong si no estaba mal.

Antes de que Ser Criston pudiera apartarse de su lado, Rhaenyra lo detuvo para llamar su atención.

–Ese de allí. –dijo señalando discretamente al hombre, intentando disimular. –¿Lo conoce?

Criston siguió la indicación de la princesa, frunciendo el ceño.

–Ser Harwin Strong, princesa. –parecía interesado ante la atención de ella –hijo mayor de Lyonel Strong. Su padre es consejero de los edictos y él pertenece a la guardia de la ciudad. Es un compañero, aunque no convivimos con demasiada frecuencia.

De todo lo que pudo haber dicho, no se le había pasado por la cabeza que ese hombre fuera hijo de alguien del consejo de su padre.
Su corazón latió con fuerza al percatarse que era verdad, los rasgos de ese hombre eran familiares, sin decir que era igual a Lord Lyonel y ella había olvidado completamente que Lyonel pertenecía al consejo.
Dioses, ese día se la había jugado a lo grande.

–Oh...–fue lo único que logró decir.

Dejando de lado que la ayudó. Harwin Strong la observó entrar a un burdel, ir a la parte superior, meterse a una habitación, escaparse del Septo y fingir que nada había sucedido.
Ese hombre tenía la oportunidad de arruinarla con tan solo abrir la boca y decirle a su padre.

–Deseo hablar un momento con él.

–¿Necesita que le comunique algo? –cuestionó el caballero.

–Me gustaría hacerlo yo misma, pero le agradezco.

El caballero se dirigió hacia el otro hombre, bajo el vistazo de la princesa y una vez que Ser Harwin volteó a verla, ella le regaló una sonrisa llena de serenidad que hasta a ella misma le sorprendió de tal capacidad.

No se movió una vez que él llegó a su lado.

–Princesa. –saludó el hombre

–Sir, me alegra... poder encontrarnos.

Sir Harwin tenía la frente cubierta por un yelmo, pero detrás del guardanariz brillaban esos ojos marrones característicos de los Strong.
Fue tan tonta al no relacionar ni el apellido, ni la característica física.
Prueba de lo distraída que había estado por otros asuntos que ni tiempo de pensar tuvo.

The lie between us Donde viven las historias. Descúbrelo ahora