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— Escribir de desamor, desde un corazón sin amor, es construir una fachada sin cimientos, un total desconcierto.

— Será desconcierto para los que saben de casas, Sana, ninguno de mis lectores sabe una mierda de amor... — dijo Tzuyu, había anotado unos cuantos versos, todos eran de las palabras de Sana, pero justo cuando lo necesitaba en sus cursilerías la rubia se ponía en modo maldita y no decía nada.

Tzuyu había recibido una oferta importante desde la editorial en la que trabajaba, era un libro de poesía en conjunto con otros escritores y un grupo de ilustradores, la mayoría muy conocidos, el libro la podría ayudar a hacerse conocer a más gente.

El libro tenía como temática el amor, y Tzuyu nunca había sido buena para hacer poesía sobre el amor de forma romántica, aquel sentimiento alegre que es el comienzo de todo... Principalmente porque nunca lo había experimentado.

Tal como nunca se había enamorado, nunca se había desenamorado, ni había tenido un corazón roto.

Pero creía que aquello era mucho más fácil para representar el amor en si, y que hablar de desamor también es hablar de amor.

Además de que ahora, tenía a Sana, aquella persona extraña que desde hacía semanas que estaba rondando su vida, y en parte, su corazón.

— La gente no sabe de amor, Sana, ni siquiera la que está enamorada.

— El amor es la duda constante de la existencia, ¿Es la razón de existir, el amor? ¿Es el amor, la razón de existir?

— Eso no rimó, te estás oxidando.

— Lamento de las rimas ser deudor, pero a veces la poesía debe fluir.

— Eso tampoco rimó... — Tzuyu la miró con el ceño fruncido, Sana alzó una ceja, como desafiante. — Ay, maldita sea... Rimó con lo que dijiste antes, Sana, la puta madre, creí que lo habías logrado.

— ¿Lograr? ¿Que deje de rimar?

— Exacto, Sana, eso... Es un poco molesto a veces.

— Sabrás tú, en tu corazón, porqué me has hecho así. Si esto será un don, o una maldición. Pero las rimas son mi razón, sí. O quizás son las tuyas, Tzu. — replicó la rubia. — Yo estoy aquí, y en realidad no, de tu mente salí, por algo me necesitabas aquí.

Tzuyu no dijo nada, se volteó hacia ella, Sana estaba sentada junto a ella, en aquella cama que compartía desde la primera vez que Sana había aparecido, semanas atrás, la luz de la lámpara de noche las iluminaba apenas lo suficiente, y quizás era el sueño de las tres de la mañana, pero Tzuyu veía todo más oscuro que lo normal, solo la presencia de Sana parecía alumbrar su cuarto.

— Sana, de verdad, y sé sincera, ¿Tú sabes por qué estás aquí?

Sana hizo un puchero y se encogió de hombros, Tzuyu sentía que la rubia estaba escondiendo algo.

— ¿Eres una representación de la soledad, de la depresión o de la muerte? — preguntó.

— Seré lo que tú quieras que yo sea.

— ¿Y si elijo que seas amor? — su mano fue hacia una de aquellas mejillas gorditas que tenía la mayor.

— Usted puede creer en lo que crea. — dijo Sana, volvió a encogerse de hombros de forma chiquita y preciosa. — Pero estar conmigo de cualquier manera solo engañará a su mente, puedo yo ser su amor pero al corazón no se le miente... ¿Cuánto puede durar el engaño de lo que siente?

— Sana... Necesito saber qué es el amor, si tu puedes ser amor, necesito que me enseñes.

— ¿Qué puede aprender un ciego de una luz que no puede ver?

— Pero puede sentir el calor de la luz en su piel, entonces sabe que hay luz. — acarició su cabello rubio.

— Solo será un calor, no es el mismo querer.

— Sana. — los ojitos de la mayor la miraban con brillos, sus mejillas estaban muy rojas, Tzuyu estaba segura que la cercanía de sus rostros la estaba poniendo nerviosa. — Si tú pudieras elegir, entre ser soledad, depresión, muerte o amor, ¿Qué elegirás ser para mí?

Sana se la pensó unos cuantos segundos, mordiendo sus labios, aquellos belfos que Tzuyu no podía ignorar y que anhelaba en secreto.

Estar con Sana esas semanas la habían acostumbrado a la idea de tener a alguien, ella era casi como la ilusión, de tener una pareja, era como si se hubiera salteado todos los pasos previos: nada de conocerse primero, nada de un primer beso, nada de formalidades... Sana solo estaba ahí para hacerle compañía y rimas en su corazón.

— ¿Qué quieres ser?

— Amor. — respondió Sana finalmente. — Amor. — repitió, y la forma en que sus labios se fruncieron hacia adelante en aquella palabra fue suficiente para terminar de derretir el corazón de Tzuyu, quien terminó de acortar las distancias, esos infinitos tres centímetros entre sus bocas, para encontrarse en un baile que debería ser real.

Era real porque esas cosquillas en su estómago eran reales, porque esas mariposas que agitaban sus corazones, y esas mejillas cálidas, esos labios húmedos y calientes contra los suyos que tenían un extraño sentimiento de familiaridad, como si ya los conociera de antes, quizás de otra vida, o de otro mundo... No había forma en que aquel amor fuera otra alucinación.

𝐑𝐇𝐘𝐌𝐈𝐍𝐆 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ─── satzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora