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— Buena suerte hoy — Sana dejó un beso suave sobre su mejilla, se alejó para acomodar el cuello de la camisa que Tzuyu llevaba, para que quedara recto. —, aunque no la necesitas, amor.

Ese día tenía finalmente la presentación de su libro, aquella antología en conjunto, parecía que era ayer que la joven rubia había aparecido en su casa para inspirarla con su amor.

Sería en una librería local, y le había pedido a Sana que no la acompañara, ya que una alucinación lo iba a distraer demasiado de la realidad, necesitaba estar atenta, leer y firmar libros.

Sana se había puesto triste al respecto, Tzuyu lo había notado, pero no había nada que pudiera hacer, sabía que por su bien, para no quedar mal ante el público si llegaba a hablarle a la nada, lo mejor era que la mayor se quedara en casa.

— Eso casi sonó como una frase normal, sin rima. — dijo Tzuyu, con una risita, las manos de Sana se detuvieron casi de inmediato.

— ¿Por qué no le gustan mis rimas? — preguntó Sana, insegura, Tzuyu solía comentar sobre sus rimas cada tanto, y a la rubia no le gustaba que a Tzuyu no le gustaran, sus ojitos rotos la miraron. — Yo las amo pero a veces me desanimas. — la última parte lo había dicho muy bajo, Tzuyu alzó las cejas ante aquella confesión.

Sabía desde hacía tiempo que había unas cuantas penas cargando en el puro corazón de Sana, pero nunca le había preguntado al respecto, y Sana nunca había comentado nada.

— Sana, no es lo que piensas, me encantan tus rimas. — Tzuyu sonrió de forma sincera, sus manos fueron a las mejillas de la rubia, dejando mimos con sus pulgares, miró aquello roto que tenía en sus ojos. — Sólo que a veces pienso... Qué sin ellas podríamos ser una pareja más normal.

El rostro de la rubia se iluminó con esas palabras, una sonrisa media triste se dibujó en sus labios.

— ¿Pareja? Si me dice así de nuevo no habría queja.

Tzuyu rió un poco.

— ¿Te gusta que te diga "pareja"? — Sana asintió, con una sonrisa emocionada en sus labios. — Bueno, creo que eres eso, Sana, mi pareja. — escuchó su risa alegre. — Una pareja muy bonita y que rima mucho. — la escuchó reír otra vez, y se inclinó hacia ella para dejar un pequeño beso en sus labios.

— Las rimas son para que no me extrañe — dijo la rubia. —, para cuando mi ausencia dañe, escriba un poema y yo aún la acompañe, aunque ya no esté a su lado.

Tzuyu frunció el ceño levemente.

— ¿Por qué no estarías a mi lado, Sana? Llevo viéndote unos ocho meses o más y cada día parece que eres más real, no creo que algún día desaparezcas a esta altura... Estaré loca, seguro que sí, pero al menos feliz de tenerte a mi lado.

La sonrisa de Sana tembló un poco, sus manos tomaron las de la menor.

— Por más que te ame, no me perteneces, y algún día vas a dejarme, porque has de encontrar a quien mereces — dijo —, y esa no soy yo, no en este mundo, y sé que te confundo, pero debes encontrarme en tu mundo, para perderme, así finalmente yo... cundo.

Tzuyu frunció el ceño aún más, no creía haber entendido, o no quería entender, cualquiera de aquellas dos opciones sabía que le iba a doler.

— Te amo, amor. — murmuró Sana, por segunda vez desde que la conoció creyó ver lágrimas en sus ojos, pero fue interrumpido por un beso.

La rubia había juntado sus labios de nuevo, con gusto amargo, el beso fue lento y más triste de lo que creía, su corazón no se aceleró a mil por hora como le era costumbre, y sus mejillas no se ruborizaron, por el contrario, su corazón latió apretado por el nudo en su garganta, y sintió unas lágrimas en sus ojos también.

Al separar del beso, Sana hizo su mejor esfuerzo para sonreír, Tzuyu la abrazó porque sabía que la necesitaba, el cuerpo delgado de la mayor era cálido para abrazar.

— Volveré pronto, ¿Si, amor? Y te traeré tu chocolate favorito. No, mejor, mira. — Tzuyu miró el reloj en su celular, sonrió, su cabeza se había iluminado con una idea maravillosa. — Más o menos en dos horas y media, estaría por terminar la firma, así que puedes venir un rato al final — Tzuyu sonrió y Sana también. —, podemos ir a pasear por allí cuando termine y puedes ver libros, te compraré el que quieras, Sanake. — dijo, dejó otro pequeño beso en sus carnosos labios, al separarse, vio que sus ojitos rotos estaban más unidos. — Te quiero... Mucho. Te veo después, ¿Bien?

Con aquello Sana se ruborizó con ganas, soltó una de sus risas de bebé que a Tzuyu tanto la enamoraban, y con una sonrisa se despidió de ella antes de cerrar la puerta que las separaba y partir hacia la librería.

𝐑𝐇𝐘𝐌𝐈𝐍𝐆 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ─── satzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora