Uno.

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La mañana siguiente Gabriel aguarda en el comedor, sus dedos golpean la mesa inquietos, aguardando

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La mañana siguiente Gabriel aguarda en el comedor, sus dedos golpean la mesa inquietos, aguardando.

Segundos después, Adrien entra al comedor, cuando sus ojos captan a su padre no puede evitarse preguntar si está soñando, tan extraña le es su presencia que está atónito.

-Siéntate a desayunar Adrien –Pide. Él obedece–, leeré tus actividades del día, espero no haya retrasos o contratiempos –Carraspea–, primero…

-Eso lo hace Nathalie –Observa a su alrededor–, ¿Dónde está?

-En su habitación –Responde cortante–, bien, entonces…

-¿Por qué? ¿Está bien? –Ignora que nuevamente lo interrumpió–, es extraño que hagas lo de ella.

-Adrien –Titubea–, seré quien te recuerde tus actividades por unos días, la salud de Nathalie es…

No es capaz de terminar, su hijo ha salido corriendo; sabe perfectamente a donde se dirige por lo que debe ir rápidamente tras él, logra alcanzarlo antes de que siquiera toque la puerta.

Sin hacer el menor ruido sostiene firmemente su mano, Adrien lo mira sorprendido y tal como su madre, apunto de desafiarlo; coloca un dedo en sus labios indicándole que guarde silencio, un par de vistazos a la puerta y parece ser todo. 

Durante medio trayecto continúa llevándolo de la mano hasta estar seguro de que lo seguirá, nuevamente se encuentran en el comedor.

-¿Por qué no me dejaste entrar? –Exige–, quería ver si todavía estaba...

-No es prudente que molestes a Nathalie –Sentencia–, está cansada.

-Quiero saber que sucede –Eleva la voz–, merezco saberlo, ¿No lo crees?

-No está del todo bien… –Trata de usar las palabras correctas–, estará un buen tiempo en cama reposando.

-¿Es grave? –El tono preocupado de su hijo lo alerta.

-No –Miente–, pero deberá estar asi por un tiempo –Coloca una mano en su hombro–, es difícil para ella por lo que nos necesita, a los dos.

Su cabeza baja, ensanchan sus ojos tristes, le recuerda tanto a los días con su madre, solo no tan exagerado -¿Qué puedo hacer por ella? 

-Por ahora dejemos que descanse, después, evita mencionar su condición, lo que menos necesita es que se lo eches en cara –Asiente–, trátala como siempre hijo.

-¿Ayudara?

-Demasiado, ¿Puedo confiar en ti hijo? –Le da la cara, llena de determinación y seguridad.

-Haré lo que sea, quisiera verla. –Pide.

-Cuando regreses de la escuela, recuerda tocar. –Advierte en tono bajo.

-Si iba a tocar. –Contraataca.

Gabriel ignora el hecho de que no lo haría, él vio como claramente estaba por empujar la puerta sin precaución –Iras a la escuela, después tienes clase de chino y practica de piano, saluda a Nathalie pero no demores demasiado, ¿Quedo claro?

Incondicional  ‖Gabenath‖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora