III. Las horas más oscuras

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¡¡¡ATENCIÓN!!: El siguiente capitulo contiene +18 explicito, uso de violencia sx, se requiere discreción, es decisión propia si se quiere leer

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[III]

La pequeña llama de las velas bailaba por el viento que se colaba a través de ese gran ventanal enfrente del salón, los platos y los cubiertos posicionados en sus respectivos lugares, con la presencia de 5 sillas para cada integrante de la familia real, prestando mucho más atención a la falta de la sexta, la silla real, que como hace muchas más noches atrás, reinaba por su ausencia.

Los sirvientes dejando, uno tras otro, los diferentes platillos con cantidades de comida en sobra, poniendo las copas y vertiendo en estas el vino dulce que la cosecha lannister les había obsequiado con altanería mencionando ser la mejor. No se equivocaban.


Era el favorito de Aegon, podría decirse que incluso si este no existiera, él no sería un pobre borracho imprudente. Y  no se decía porque sería una mentira, él tomaría incluso del más viejo y rancio vino solo si lo hacía olvidar hasta de su mismísimo nombre.


Pensándolo bien y comprendiendo lo raro que se sentía, ahora mis pensamientos  y la cama eran el único lugar donde podía rebajar su nombre, humillarlo y someterlo, hacerlo llorar y contraerse bajo mi boca y mis manos, la manera más placentera y fantasiosa al mismo tiempo era esa. Antes no me hubiera importado mencionarlo para hacerlo sentir miserable, que me viera con incomodidad y luego, su lengua expulsara de manera bárbara miles de insultos por debajo de los míos, pero,  al fin y al cabo insultos bestiales. Era divertido ver su dolor y su fuerza salir en contra mía de vez en cuando. Pero eso se había terminado, por lo menos cuando nos encontrábamos acompañados  de nuestra madre o hermana, incluso de la figura más cercana a una paterna, si esta se regía únicamente por la disciplina y obediencia total, esa era la del abuelo, la mano del rey.

Nunca había convivido tanto tiempo con mi padre, bueno, realmente casi nada de tiempo como para llegar a quererlo; lo obedecía claramente, le tenía respeto por los títulos que llevaba y cenaba con él porque vivíamos juntos y si, era mi padre. Pero no era igual con madre, el dolor de verla aferrarse con uñas y dientes a mi honor arrebatado por la pérdida de mi ojo, a la admiración de mi temple, ligeramente temerosa por el odio que albergaba mi corazón y amorosa por mi fiel compromiso de defender a nuestra familia, esas características distinguían su buen labor de ser mi madre y mi reina, la diferenciaban de él.

La adoraba y a mi hermana, mi inocente sangre, mi sangre soñadora, incomprendida y ligeramente desinteresada a algo más que no fueran los sucios bichos de casa y sus neblinosos  pensamientos confusos saliendo deliberadamente de sus labios.

De forma enredosa también lo hacia al abuelo, el hombre que me había enseñado los movimientos precisos para aprender a jugar y ganar en este tablero que cada vez se tambaleaba más, mi vida. Compartiendo los secretos y estrategias con los que podía ayudar a dirigir este reino.





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