VI. Sofocación

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[VI]





La temperatura del agua había descendido considerablemente y no era una sorpresa para los dos cuerpos que se encontraban sumergidos en ella desde hace horas. El príncipe Aegon, que se movía quejumbroso por el espacio tan pequeño que lo encerraba entre las piernas del príncipe Aemond, ahora reposaba adormilado entre los brazos de este.

Sus dedos eran un vaivén en la espalda de su ya apaciguado hermano, sabía que la sensación de las caricias que estos repartían era suficiente para tenerlo relajado en esa incómoda posición. Y el sentimiento era muto, le agradaba tenerlo ahí consigo.

Aunque en un principio Aemond hubiera querido relajarse y limpiarse solo, la sugerencia de Aegon en hacerle compañía para que pudiera lavarlo también era satisfactoria. No lo dejaba pensar en otra cosa y eso era lo que él necesitaba en ese momento.

De otra forma, ya se estaría reprochando la blandeza de su ser por estar nuevamente con Aegon, por sentirse sumamente complacido de volver a tener su cuerpo enredado junto con el de él. Era su castigo, uno de las tantos que sabia iría a pagar en el mismísimo infierno.

La respiración suave de su amante le generaba un cosquilleo a la altura de su cuello y le bajaba en tirón hasta su pene, endureciéndolo, dejándolo de sorprender, pues era consciente de que solo un suspiro de su hermano bastaba para tenerlo enganchado contra él todo el día y toda la noche.

-- ¿Por qué paraste? -- Aegon movió su hombro de un lado a otro, preguntando adormecido con el ceño fruncido hacia su hermano, pues la falta de contacto lo había hecho reaccionar en pocos segundos.


ignorando la molestia de su codo enterrándosele en la costilla, el príncipe Aemond se acomodó, medio sentándose, arrastrando el cuerpo de Aegon para la misma posición. Quitándose el parche del ojo, lo observo pausado por segundos para decirle.


-- Es hora de que salgamos, tienes que descansar un poco, mañana tendremos que salir a revisar unas cosas y quiero que estes concentrado-- Aegon lo mira sin una pizca de emoción, pero no es porque recién despierta, es porque simplemente no le importan los deberes.


-- ¿No nos podemos quedar así para siempre? -- Hace el intento de volver a recostarse sobre su hermano, pero este ya casi esta levantado sobre la tina y con una velocidad sobre humana ya está afuera impidiendo que el sueño de ambos sea llevado ahí dentro.


-- Bien, bien, no me mires así, mejor llévame a la cama -- Como un bebé, extiende sus brazos hacia los de Aemond, sabe que es una guerra perdida no sacarlo como quiere, o sea, solo en sus brazos.


-- Eres un peso muerto-- Aemond sabe que las noches de su ausencia, Aegon no comía, el remordimiento lo hacía doblarse para complacer sus necesidades de ser un buen protector para él, la realidad es que nunca cedió. Sus distracciones fueron los cielos, ahí arriba imaginaba que estaría bien y ya no tendría algún cargo de conciencia.


-- Antes, siempre que me montaba en ti, decías que te quebraría los huesos-- Aegon toma el cuello de su hermano para sujetarse fuerte y no caer, ríe, vuelve al pasado de cuando eran niños, atrae a su memoria los diversos calificativos para burlarse uno del otro, para fastidiarse. Vuelve a reír un poco más fuerte para que también lo haga Aemond.

-- Lo siento --

-- ... ---





-- Me refiero a lo de antes, yo no sabía que decirte, aun sigo sin saber, pero, no quiero que en tu cabeza haya una idea equivocada a la situación --

-- ¿Situación? --

-- A que no me importas, lo haces, aunque no te lo demuestre demasiado --

Aegon lo mira ya recostado sobre sus codos y se alza un poco más para mirarlo fijamente a los ojos.

-- Me asusta tanta amabilidad, nunca me habías dicho tantas cosas lindas en una oración -- Esa otra pequeña ricita que suelta le molesta, trataba de ser claro, no lindo.

-- Solo olvídalo entonces, buenas noches -- Aemond se gira rápido dándole la espalda a su hermano y cierra los ojos.

-- Te quiero tonto -- los brazos de Aegon lo asfixian un poco hasta que solo los deja entrelazados en su abdomen y su respiración se vuelve impasible en su espalda.

Ya no siente lo incorrecto en sus palabras o acciones.

Aun así, el único consuelo que puede tener esa noche es verlo dormir, ahora ya no es la horrible duda de saber si hizo las cosas mal o su pesada carga de acciones la que no lo dejan dormir. Ahora solo es Aegon.

Pero él es su mejor motivo para su descanso o no.

Ya no importa.

blood of my BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora