Gula

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Hange Zoe era olvidadiza.

No, Hange Zoe era despistada y hasta se olvidaba de comer porque era una amenaza que siempre estaba metida hasta las narices en su laboratorio.

"Toma," dijo Levi, trayéndole una bandeja con comida y colocándola sobre su mesita de noche. Luego sacó una bolsita con hierbas para el té.

"Ya tengo té," dijo la morena, señalando la taza en el suelo. "Pero me gusta más cuando lo preparas tú."

Levi la observó y murmuró algunas maldiciones. Odiaba desperdiciar las preciadas hierbas.

"Podemos usarlas para otra cosa," dijo Hange con picardía.

Levi la observó y ésta ya se estaba despojando de la túnica, cogiendo la bolsita de té y dejándola gotear sobre su abdomen.

"Se está desperdiciando, Levi," le advirtió burlonamente la castaña, sonriéndole.

Levi puso los ojos en blanco y la tiró sobre la cama.

"Calla, Cuatro Ojos," pronunció, mientras Hange bromeaba. "Vas a despertar a toda la unidad con esa boca tuya."

Hange ordenó a Levi que volviera a mojar la bolsita. Se estremeció, pero siguió riendo una vez que la bolsa caliente goteó la fusión sobre ella.

"Lámela," susurró y Levi no dudó en pasar la lengua por sus piernas, saboreando cada gota que corría por ellas.

Adquirir una bolsa de hojas de té costó muchos fondos al Cuerpo de Exploración; era una odisea, así que el té no podía desperdiciarse.

Poco después, Levi hundió la cabeza entre las piernas de la líder y cada una de las gotas del preciado líquido que caían en su entrada, Levi las recogía con la boca.

Retorciéndose y casi en la cima del placer, Levi agarró sus caderas y las inmovilizó para estabilizarlas. Hange no tardó en gritar su orgasmo.

Minutos después, Hange cogió el trozo de pan de la bandeja, le dio un mordisco y se lo ofreció a Levi.

"No quiero..."

"No te estoy preguntando si lo quieres. Te estoy ordenando que le des un mordisco," le ordenó, viéndole tomar un pequeño trozo. "Buen chico."

Mientras tragaba, pudo ver que Hange cogía la mermelada y mojaba sus dedos en ella y se la ponía por todo el cuerpo, manteniendo la sonrisa juguetona.

"Joder, Hange... te vas a poner toda pegajosa."

"Entonces que comience la limpieza," sugirieron.

El capitán, que se llevó los dedos de Hange a la boca sin romper el contacto visual, la empujó de nuevo a la cama después de lamerlos y se subió encima de ella.

Siete Pecados CapitalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora