Pereza

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Los dos últimos días habían sido un infierno para todos. Entrenamiento, expediciones y más entrenamiento los tenían exhaustos.

Los suaves rayos del sol se asomaban por las cortinas y los pájaros habían empezado a piar.

Hange, que había pasado toda la noche en el laboratorio, roncaba suavemente en el pecho de Levi.

"Cuatro ojos, es hora de despertarse," balbuceó, bostezando al mismo tiempo. Le abrazó con más fuerza.

"Cinco minutos más," murmuró.

Levi miró el reloj de pared. Las cinco y cuarenta y cinco. 

Suspiró.

La cosa es que no mucha gente sabía lo que hacían por la noche. Al menos a su entender.

"Hange, me tengo que ir."

"Cinco minutos más," insistieron, esta vez subiéndose encima de él. "Podemos..."

"No tenemos tiempo," dijo el chico, agarrando sus caderas.

"Prometo que seré silenciosa y rápida," le dijo ella, guiñándole un ojo y tratando de atarse el pelo desordenado en una coleta.

Empezó a montarlo, pero Hange estaba demasiado adolorida por la noche anterior para continuar. Se tumbó a su lado y le dijo que les hiciera la cucharita.

"No tengo energía," murmuró, agarrándole el trasero.

Se introdujo en ella y empezó a empujar, pero se detuvo a mitad de camino.

"Joder..."

Las dos se rieron. La verdad era que estaban agotados. Agotados de la noche anterior, agotados de todo el entrenamiento, agotados de trabajar, agotados de todo. 

"Podemos terminar esto más tarde si quieres," sugirió Hange. Levi se limitó a dedicarle una suave sonrisa.

"Iré a prepararme. Tendré té para ti esperándote en el vestíbulo."

Hange le abrazó antes de separarse.

"Deja la vagancia y levanta el culo, Cuatro Ojos," exigió mientras se quedaba en la puerta.

"Cuando quieras, pero... dame cinco minutos más," dijo sonriendo lascivamente.

Levi puso los ojos en blanco y volvió a la cama con una sonrisa burlona.

Siete Pecados CapitalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora