Siete Pecados Capitales

Orgullo

¡Joder, Levi!

La escena dejó a Levi Ackerman sin habla. Oyó a Hange Zoe murmurar su nombre en sus aposentos mientras él casualmente pasaba por allí.

¿Por qué haría eso? 

Asqueroso engendro, pensó él, cuando decidió que ya había oído bastantes de sus... gemidos. Corrió a su habitación y cerró de un portazo.

Levi maldijo mientras se aflojaba la corbata. Necesitaba algo más fuerte que el té para quitarse la imagen de ella, mojada en la biblioteca el día anterior, viniendo a distraerlo una vez más.

Por alguna extraña razón, se sentía atraído por... ella. Un escalofrío le recorrió la espalda, le hizo estremecerse.

¡Joder!

Le gustaba cada parte de ella. Sus ojos, su peculiar nariz. Nunca había visto a alguien con una nariz tan rara pero atractiva. Su boca, su asqueroso pelo de rata, sus labios sonrosados que le volvían loco cada vez que se los mojaba.

A menudo se preguntaba qué podría hacer esa boca. La imagen de Hange Zoe subiendo y bajando en su miembro, le ponía más duro. La imagen de ella mirándole y dedicándole una sonrisa mientras los chupaba, la imagen de ella...

"Contrólate," murmuró, casi irritado.

Sirviéndose un vaso de bourbon, se sentó en su vieja silla, meciéndose adelante y atrás.

Deberías cambiarte, le dijo después de que la idiota casi fuera pisoteada por unos libros.

La imagen de sus pechos asomándose a través de la translucidez de la camisa se repetía en su mente una y otra vez.

Somnoliento y aturdido, tras una eternidad en la cama, se encontró acariciando su miembro erecto. Empezó despacio, sintiéndose asqueroso por hacer eso. Incluso por pensar en... Hange.

Siguió golpeando su erección, teniendo una imagen clara de la líder frente a él.

¿Acaso ella sabe el efecto que tiene sobre mí? No, porque es una tonta.

Gimió, una sonrisa se escapó de sus labios sólo de pensar en esa idiota desordenado dándose placer pensando en él.

No mucho después, Levi terminó.

"Joder, Cuatro Ojos," maldijo, tratando de encontrar una toalla para limpiar su desastre.

Sin aliento, se quedó tumbado en la cama, mirando el aburrido techo. Nunca lo admitiría ante ella, pero en el fondo, deseaba que hubiese sido Hange quien hubiese causado ese desorden, en lugar de él.