Prólogo

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Era un tranquilo día de otoño en la ciudad de Yokohama, un día en el cuál se apareció un ángel. Pareciera que, así como las hojas caen de los árboles, él hubiera caído del cielo.
Era el ser más precioso que alguien pudiera haber visto jamás. Su piel lucía perfecta, su rostro era de lo más hermoso, en el había unos ojos tan azules como el cielo pero tan profundos como el mismo océano, junto a ellos caían algunos mechones de un sedoso cabello pelirrojo un tanto largo, atado en una coleta baja. Era de complexión delgada y de estatura baja, en su espalda, llevaba un par de alas hermosamente majestuosas.
Muchos se encontraban maravillados no solo por su increíble belleza sino también porque creían que era un salvador, alguien que vendría para sembrar paz y alegría sobre la tierra. Debía ser tratado como lo que era, una divinidad.
Todos a su alrededor comenzaron a acercarse a él para tocarlo, tal vez porque creían que les daría una bendición o quizá su extrema belleza lo hacía un imán de tacto.
A pesar de la incomodidad, aquel bello ángel trató de ser comprensivo pero no lo soporto por más tiempo y comenzó a pedir que dejarán de tocarlo, todos hicieron caso omiso, algo en todo esto no se sentía bien para él, quería alejarse de todos pero eran demasiados y aumentaban con cada segundo que pasaba.
Creyó que todo acabaría rápido y trato de no pensar tanto, hasta que algunos de los ancianos que lo tocaban comenzaron a caer muertos al suelo.
Esto desconcertó y no solo a él, también a todos a su alrededor, personas ahora estaban comenzando a gritar y alejarse de él, al parecer el constante contacto con él los había matado y al no tener otra explicación le echaron toda la culpa al pobre ángel el cuál estaba aún más asustado con todos gritándole que se alejará, que no era un ángel sino un demonio el cuál venía a hacer miserable la vida de todos e incluso llegando a arrebatar la misma.
Asustado, aquel bello ángel se fue volando, lágrimas amargas caían por sus mejillas, no podía creer que de un momento a otro todos pasaron de amarlo a odiarlo y a temerle. Él no entendía nada, estaba asustado, el tampoco sabía que había sucedido, no entendía como es que esos hombres habían muerto, se sentía culpable.
«Culpable» una palabra un tanto extraña, una palabra que él no merecía sentir.
Recién había llegado a la tierra y ya todos lo querían lejos, se pregunto tanto el porque de su "don" aunque para el pelirrojo era más una maldición, pues su alma pura y leal lloraba al ser tan despreciado.

Paso un año de aquel acontecimiento, se hicieron muchos rumores no solo de los "dones malignos" que el supuestamente poseía sino que también de su paradero ya que nadie lo había vuelto a ver desde aquel trágico día.

La gente puede destruir a alguien solo con hablar y un hermoso ángel fue víctima de ello, sin siquiera poder defenderse o sin poder hacer nada, solo le apodaron "el ángel de la muerte". Temido por algunos, odiado por otros.
No tuvo ni una pizca de compasión o de amor.
Todo lo llevó a tener una vida solitaria pero siempre anheló poder compartir su vida junto a alguien especial, parecía algo realmente imposible para alguien como él o al menos eso creyó.

Por favor, no me toques | Soukoku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora